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Imperfectos > Arun Chulani

Errores. Naturalmente, nadie es perfecto. Siempre se comete algún fallo; siempre tropezamos con alguna piedra, con algún escalón. Cometer equivocaciones es un aspecto intrínseco a todos nosotros. Por lo general, la opinión más escuchada es que de ellos se aprende, aunque hay neurólogos que no están de acuerdo con esto. Según sus estudios, aprendemos de los aciertos y no de los equívocos. ¿Es así realmente?

Como hemos oído, del dicho al hecho, hay un trecho. Cierto es que no se consigue aprender de todo, pero hay ocasiones en las que se logra: aprendes a no salir de casa sin las llaves tras haber salido sin ellas; aprendes a atarte los cordones bien cuando te caíste pisándotelos; aprendes a valorar lo que tienes al ver que lo pierdes; aprendes a pedir perdón de corazón después de hacerle daño a alguien; aprendes a escribir bien tras miles de faltas de ortografía. Tras cada equivocación, supuestamente, hay una enseñanza adherida a la experiencia de nuestra vida. Un error trae un aprendizaje, dicen. Pero, ¿un equívoco, una enseñanza? Seamos sinceros, apliquémoslo a la práctica, a nuestro día a día y a nuestras inexactitudes. ¿Quién no ha tropezado más de una vez con la misma piedra? Todos erramos, ¡es inevitable! “Tienes que aprender de tus equivocaciones, hacerte así más fuerte”, he escuchado alguna que otra vez. Sí, es muy fácil aconsejar a los demás, pero muy difícil aplicárnoslo: o nos cuesta aceptar nuestro desacierto, o no vemos el porqué del fallo. Además, saber qué hacer no es lo mismo que hacerlo.

¿Lo más fácil? Lamentarse, hacer del fallo un fantasma, echarle la culpa a otro o, simplemente, convencernos de que ha sido un mal día. Y no, no es la solución. Llega el momento en el que ni las excusas ni los muros tras los que nos escondemos pueden tapar la realidad, nuestros desaciertos, y hay que terminar asumiéndolos. No siempre escogemos el camino correcto, la decisión idónea. Pretendemos parecer individuos indefectibles, infalibles, seguros de nosotros mismos. Mentiras aparte: no somos perfectos, por suerte o por desgracia. Yo, por lo menos, me alegro de ser así, con todo lo bueno y lo malo.

No seas tan duro contigo mismo, permítete meter la pata alguna vez. Errar es de humanos. Aprender de nuestros fallos, también. Nos ayudan a crecer. Intenta corregirlos, afróntalos, plántales cara y demuéstrate que puedes mejorar. Cree en ti mismo: tú puedes hacer que un error termine siendo un éxito.