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Lorenzo Diácono> Luis Ortega

Su basílica extramuros es, sin duda, una de las más visitadas de Roma y su cráneo, quemado en la persecución del emperador Valeriano (responsable de la decapitación de dos papas y de un indeterminado número de mártires) al negarse a entregar al tirano las riquezas de la Iglesia. Entre estos tesoros, más valiosos por su significado espiritual que material, se encontraba, al parecer, la copa que utilizó Jesús de Nazaret en la Última Cena, que le fue confiado por el papa Sixto II. Lorenzo lo salvó al confiarlo a los santos Orencio y Paciencia, naturales de Huesca, que lo llevaron a esta ciudad, donde permaneció guardado en secreto en distintos lugares para evitar riesgos de robo o pérdida; más tarde apareció en Valencia, en cuya catedral tiene capilla propia y reconocimiento general. Mientras, el animoso religioso reunió a todos los enfermos y lisiados de la Ciudad Eterna, que recibían como única atención la caridad de los cristianos y los presentó a los mandos civiles como “nuestro auténtico tesoro”. Lorenzo fue condenado a muerte y, en el colmo de la crueldad, se eligió el fuego. Tras montar una gigantesca pira en las afueras de la ciudad, se le fijó sobre una parrilla y le prendieron fuego. En las leyendas que circulan sobre su vida -ya que las Actas de Santidad, desaparecieron, según Agustín de Hipona- se le presenta como un hombre animoso y bienhumorado. Cuentan que, en medio del martirio, dijo a sus verdugos: “Ponedme del otro lado, porque de este ya estoy hecho”. El único texto conocido sobre este personaje -cuya fama se extendió por todo el orbe cristiano como ejemplo de valor y de una fe poderosa que le hizo superar el chantaje, la tortura y finalmente la terrible muerte- es un apócrifo del siglo XVI. Su muerte se sitúa en el año 258 y, en su honor, los Austrias mayores erigieron el Real Monasterio de su nombre, cenobio, palacio y sepulcro real, dotado de espléndidas obras de arte, biblioteca y un impresionante relicario con recuerdos y restos de los nombres más ilustres del santoral. El templo romano, con un pórtico sostenido por seis poderosas columnas alberga un sugestivo contenido estético en homenaje a uno de los Siete Diáconos que alentaron a la comunidad cristiana en la persecución sin tregua del poder civil. En las fechas de su prisión y ejecución ocurre la tradicional lluvia de estrellas, los abundantes meteoritos -las Perseidas- conocidas popularmente como las Lágrimas de San Lorenzo.