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Malos Bancos > Luis Alemany

Posiblemente la Economía posea una estructura paradójica, tal como pudiera desprenderse de esta especie de escapada hacia adelante que parece suponer (al menos para los legos en estas cuestiones, como uno) la creación de una entidad bancaria, con poderes prácticamente omnímodos, que queda exenta de casi todas las intervenciones estatales, para solventar -a su través- la situación deficitaria (?) de la Banca nacional: la que manda en la Moncloa, la que administra económicamente al país, la que decide los presupuestos del Estado; aunque -al parecer- era necesaria además una especie de Caja B, a cuyo través manipular -al margen de la estricta legalidad- las finanzas previamente manipuladas dentro de una discutible legalidad: un Banco Malo -así se denomina- que supone algo así como la ostentosa superlativización de su propia naturaleza.

En cualquiera de los casos, uno no puede por menos de alarmarse ante la descarada denominación que ha adoptado tal entidad bancaria; porque no queda más remedio que reconocer que incide en una grave redundancia, desde el momento en que ningún banco es bueno, y reiterar -con orgullo- la condición explícita de su maldad resulta poco menos que superlativo; recordemos (una vez más: lo ha citado uno en diversas ocasiones) que Bertolt Brecht le hizo decir a uno de sus personajes dramáticos que no entendía por qué encarcelaban a quien atracaba un banco y no a quien lo fundaba; de tal manera que fundar ahora éste, con declarada voluntad de maldad, pudiera resultar preocupante, desde una perspectiva ética, aunque también (si nos proponemos contemplarlo paralelamente) pudiera resultar tranquilizador desde una perspectiva escépticamente realista.

Tal vez la escalada a la que nos ha llevado el capitalismo salvaje en el que vivimos haya exacerbado la inevitable lucha de clases; de tal manera que parece ser que la única forma de salir de esta angustiosa situación económica, en la que vivimos, consiste en que los ricos sean cada vez más ricos y -en consecuencia- los pobres cada vez más pobres, y para ello es precisa la máxima libertad depredadora de la gestión bancaria, como ahora parece proponerse: el único peligro que uno encuentra en este Banco Malo es su presumida condición paradigmática de la maldad, que pudiera eximir de tal condición al resto de la Banca.