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No somos hijos del Ibex 35< Carmelo J. Pérez

Es más que probable que lo único en que coincidimos ahora la mayoría de españoles es en nuestro común deseo de mandar a tomar Fanta a la omnipresente crisis. Ya saben, esto de vivir acogotado todo el tiempo, de temer al mañana porque si algo tenemos claro es que será peor que hoy… Esto de no poder abrir las ventanas de par en par por miedo a que un día el sol no esté ahí, donde solía estar… Todo esto es insoportable. Yo me rebelo contra el pesimismo. E invito a rebelarse a los cristianos. No es la solución excavar una cueva en mitad de los sentimientos, un agujero en el que enroscarse como una lombriz para desentenderse del mundo y vivir como si ahí afuera no pasara nada.

No se trata de eso, sino de no dimitir de nuestra responsabilidad en el mundo, de no caer en la tentación de refugiarnos en nuestros cuarteles de invierno a la espera de que pase el temporal. A nosotros se nos ha llamado a ser testigos de una esperanza superior, a plantarle cara a la tormenta. Eso no significa que seamos los tontos de pueblo, los ilusos que insisten en ver el vaso medio lleno cuando ya no queda ni vaso. No se trata de eso, sino de hacer ejercicio de nuestra fe, de ejercitar nuestra misión, aquello para lo que el Espíritu de Dios nos ha preparado por dentro. Y digo yo que ese encargo pasa, primera y muy destacadamente, por implicarse con una radicalidad inusitada en el destino de los más pobres de la tierra.

Eso es lo primero, porque el Cuerpo de Cristo vuelve a pasar hambre y penurias a nuestro lado. Empero, lo genuino que podemos (debemos) regalar a quienes viven junto a nosotros es la seguridad de que la vida es mucho más que esta apariencia de caos que ahora nos envuelve, no sea que muchos terminen olvidando que somos hijos de la belleza y la alegría. Nosotros lo sabemos bien. Y tenemos (deberíamos tener) experiencia de ello: Dios tiñe de futuro hasta los pasos más desviados si nos abrimos a su presencia. Lo más grande, lo más bonito, lo más liberador del mundo quedará en un arrebato poético si no aportamos nada a este tiempo de crisis. Y Dios no es poesía. Si no participamos de este momento de la Historia regalando Dios-esperanza a quienes tiemblan en medio de la tormenta, entonces Dios queda condenado a no ser nada. Y nuestra fe queda reducida a un bello canto de sirenas.

No. Hagamos caso hoy al apóstol: “Vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere”. Miremos al frente, participemos de la vida y compartamos las desgracias, pero plantemos nuestra tienda donde los árboles no nos impidan ver el bosque.

Ni la niña de Rajoy, ni los brotes verdes de Zapatero, ni la prima de esa señora llamada riesgo, ni la alemana que nos encañona… nada puede aturdirnos tanto que olvidemos la esperanza a la que estamos convocados y la misión de consuelo que se nos ha encargado. No somos hijo del Ibex 35 ni de la crisis, que un día se irá a tomar Fanta. Somos retoños de Dios, el árbol fuerte que hace correr por nuestras venas sangre de supervivientes. Busquemos ese rostro para tomar fuerzas. Compartamos esa certeza para salir juntos a flote.

@karmelojph