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Piromanías > Francisco Pomares

El fuego no es casi nunca casual o accidental. No suele serlo. No hace falta ser doctor en Ciencias Exactas para sumar correctamente dos y dos, ni un investigador experto para entender que los incendios que han asolado las Islas este verano han sido provocados, al menos en la mayoría de los casos. La coincidencia en el tiempo y la multitud de focos no siempre cercanos debería resultar indicio suficiente para entender que detrás de los fuegos -y la mayoría de las veces conectado a la economía del monte- hay gente muy grillada, dispuesta a descargar su rabia y frustración contra el bosque. La Guardia Civil tiene indicios desde hace años de personas sospechosas, aunque probar la piromanía en un juzgado es realmente muy difícil.

Controlado el incendio de La Gomera, con algunos detenidos por su presunta relación con los fuegos, llega el momento de hacer recuento de pirómanos. Uno ha tenido siempre la impresión de que los que prendieron el monte son unos pocos desalmados, terroristas ambientales, gente asocial y probablemente plagada de rencores, que disfruta con el daño ajeno y a la que no les importa la destrucción que causan, si con ello consiguen sus fines. Pero resulta que no: el presidente Rivero ha acusado de piromanía nada menos que al ministro Soria. Supongo que si Rivero se atreve a hacer una acusación tan grave a un ministro, tendrá muchos motivos para hacerlo. No creo que el presidente sea de esos a los que le importa una higa el impacto destructivo de una acusación, si con ello consigue el fin de deteriorar la imagen de Soria. En fin…
Si se trata de encontrar pirómanos entre quienes se dedican a esto de la política, me viene a la cabeza un consejero de la oposición en La Gomera que -mientras ardía su isla- se dedicó a incendiar él mismo las redes sociales con imágenes y comentarios zafios, buscando sacar partido político del fuego.

Afortunadamente, más allá de la bajeza de ciertos argumentos y lo miserable del lenguaje de nuestros próceres, creo que casi todo el mundo -incluso la mayoría de quienes nos gobiernan- ha hecho lo que se podía hacer y lo ha hecho con bastante buena voluntad. Centenares de personas -técnicos, pilotos, policías, guardias civiles, personal forestal, sanitarios, voluntarios- se han implicado generosamente en la lucha contra el fuego, a veces con riesgo de sus propias vidas. Y miles de movilizados por las llamas, personas que en ocasiones han perdido sus propiedades e incluso sus casas, han actuado con un civismo y serenidad que deberían imitar los jefes políticos de este cotarro.

Las catástrofes sacan siempre lo mejor y lo peor de nosotros. Es muy significativo del tiempo que vivimos comprobar en qué estamento se concentran los peores ejemplos.

En esta ocasión había detenidos, concretamente en La Gomera, un joven de Chipude, del que se sospecha ha introducido drogas en alguna ocasión en la Isla. Ahora se ha sabido que el detenido no ha sido acusado de ser responsable de los incendios, sino de resistencia a la autoridad, concretamente por enfrentarse a la Guardia Civil. También ha trascendido que se ha interrogado a otras personas, una de ellas otro joven que habría aportado pruebas de conversaciones grabadas que incriminarían a su colega detenido. Se ha publicado que la Guardia Civil cree posible que los más de 20 conatos sufridos en la Gomera fueran planteados como una maniobra de distracción para poder descargar drogas en la Isla. Y que podría existir una trama que hubiera colaborado en esa distracción provocando también incendios en Tenerife.

Publicar datos parciales de investigaciones en curso es peligroso: puede provocar que se dispare la indignación, y la gente dé por hecho lo que de momento es sólo una de las hipótesis de las investigaciones iniciadas. El daño ya esta hecho y no se va a resolver precipitando juicios. Mejor esperar a que la investigación concluya.