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Una mentira repetida… > Francisco Pomares

Una mentira repetida las veces suficientes acaba por convertirse en verdad. O al menos eso gustaba creer al ministro de propaganda del Tercer Reich, el nazi Joseph Goebbles. Probablemente no sea así, pero a veces la reiteración de la falsedad resulta agobiante. En los últimos meses, se ha convertido en recurrente la especie de que las Autonomías están arruinando al país. La verdad es que suena bien, y además es consolador responsabilizar de la crisis a gente que uno conoce de cerca. Pero los hechos demuestran que el problema no son las Autonomías: el Gobierno de España creó hace poco un fondo de 18.000 millones de euros para atender las necesidades de liquidez de las comunidades autónomas. 18.000 millones para atender los problemas financieros de las diecisiete comunidades a las que -al mismo tiempo- se acusa una y otra vez de ser responsables del estado de despiporre general de lo público. Es curioso que ese fondo, surgido de la Ley de Estabilidad Presupuestaria aprobada en mayo por el Gobierno Rajoy, considere que el déficit máximo de las comunidades puede ser atendido con una cantidad que es solo la mitad de la que -por ejemplo- necesita Bankia para no cerrar, o menos de la quinta parte de la que precisa el conjunto del sistema financiero español para sacar la cabeza del agua. A eso podría añadirse que las regiones españoles -en su conjunto- suponen menos de la cuarta parte de la deuda que soporta el Estado, y eso a pesar de que es en las regiones en donde se realiza todo el gasto social de las administraciones. Quien realmente ha gastado enloquecidamente y sigue aumentando los niveles de déficit y deuda es el Estado, no las regiones. Las regiones han hecho su tarea bastante más cuidadosamente, por más que no deje de ser cierto que se han construido algunos aeropuertos, carreteras y centros culturales inútiles, que existen absurdas embajadas regionales para enchufar amiguetes o que algún presidente prefiera tirar de helicóptero que usar vuelos regulares en sus desplazamientos.

Habrá que pensar que quizá las Comunidades Autónomas -por mucho que hayan despilfarrado y gestionado mal- no son las culpables de la situación que vive el país, como pretende hacérsenos creer -cada día con más insistencia y beligerancia- desde algunos medios y políticos añorantes del centralismo. Lo cierto es que la crisis permite muchas interpretaciones. Pero la respuesta razonable a la actual situación no es la de culpar a las Autonomías o los Ayuntamientos, sino avanzar en la descentralización y el federalismo. Que no quiere decir que se gaste más, sino que cada cual sea responsable de sus ingresos y sus gastos, que el diálogo entre el centro y la periferia renuncie a la historieta persa de las recurrentes deudas históricas (la Historia sirve igual para cosernos un pasado ficticio al dobladillo que para zurcir el presupuesto), y que los administradores de la cosa pública sepan que si quieren gastar más en aeropuertos inútiles o helicópteros a disposición, tendrán que responder de ese gasto ante sus paisanos y no ante una comisión mixta de coleguillas que distribuye los impuestos de todos.