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Uñas y dientes > Francisco Pomares

Siento especial debilidad por el lenguaje belicoso al que suele recurrir el presidente Rivero cuando se trata de señalar lo mal que se porta el Estado con Canarias. En los últimos años Rivero ha desarrollado un lenguaje muy militar cuajado de expresiones guerreras: “No me temblará el pulso”, “juntos venceremos”, “nos atacan”, “llamo a la defensa”, “aplastaremos sus maniobras de distracción”, “debemos rebelarnos” y otras frases similares a las que -en su última comunicación bloguera de este domingo, centrada en la crítica al recorte del presupuesto que nos plantea el Estado-, ha añadido una expresión gore: “Defenderemos con unas y dientes nuestro derecho”.

La verdad es que siempre me ha llamado la atención esa predilección tan curiosa de quien encarna nuestra primera magistratura por el lenguaje del conflicto. Todo este repertorio verbal me recuerda los colorines de Roberto Alcazar y Pedrín, o del Guerrero del Antifaz, en los que los problemas se resolvían a base de mamporros y mandobles. Creo que Rivero no compartió conmigo esas lecturas -y no por edad, fueron más de su tiempo que del mío- sino porque él suele contar que no aprendió a leer hasta muy mayor y es probable que no le interesaran ya los tebeos. Puedo pensar entonces que este lenguaje recurrente tenga su origen en una formación militar. Quizá se sintiera influido en la mili por algún sargento especialmente dado a la oratoria, que inflamara su alma guripa con disertos combativos.

No lo sé, pero intuyo que el problema de recursos al que se enfrenta Canarias no se resuelve ya con más estrategias de conflicto. Rivero anunció el domingo que trabaja “por construir esa mayoría social que fortalezca nuestra reivindicación de justicia y equidad y alce la voz contra los desmanes del Gobierno”. Vale. Pero es ya tarde para plantear ese formato de rebelión contra la metrópoli, que tan buen resultado dio al nacionalismo isleño en el pasado. Hoy, toda España es un caldero en ebullición (metáfora gastronómica) y las proclamas de Rivero suenan bastante blanditas entre los gritos de los mineros, las protestas de los funcionarios y las revueltas callejeras.

La mayoría de los ciudadanos están muy enfadados con todos los gobiernos -el de aquí, el de Madrid y el de Bruselas-, y se tiene la impresión de que los políticos y los financieros -en su conjunto- son los responsables del actual estado de cosas. No creo que nadie esté dispuesto a prestar sus uñas y sus dientes a ningún político para que los use contra otro. Mejor sería que empezaran a ponerse de acuerdo entre ellos sobre lo que hay que hacer.