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La moda que no se ve en las pasarelas

Reportaje Fotográfico: Sergio Méndez


LAURA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

Desde que hace varias décadas surgieran movimientos que manifestaban con sus ideas y apariencia su rechazo a la sociedad de masas ha llovido mucho. Tanto que, actualmente, conviven diferentes subculturas con origen anglosajón, que en mayor o menor medida estamos acostumbrados a ver (como los rockeros, los punks o los hippies) con otras que han llegado a España en los últimos años, muchas de ellas de origen oriental.

Dentro de estas nuevas tribus urbanas, una de las más llamativas es el lolita, que a pesar de tener su origen en la cultura pop japonesa se inspira en la Europa victoriana y rococó. Faldas a la altura de la rodilla con mucho vuelo, ausencia de escote y mucho interés por la literatura, la filosofía y las buenas maneras son algunos de los aspectos que identifican a las lolitas, que afirman que su nombre no guarda ninguna relación con la novela homónima de Nabokov. Para Idaira Barroso, que se identifica con esta subcultura desde hace aproximadamente un año y medio, es una manera de reflejar la parte hermosa de la vida: “Es una forma de mostrar quién eres y lo que te gusta, además de una expresión artística. Una persona no se hace lolita, lo que representa este estilo ya forma parte de ti en mayor o menor medida y lo adaptas a tu vida hasta que acabas vistiéndolo”. Para sus seguidores, el lolita es una forma de ver lo bonito de la vida, de mantener la ilusión por la belleza y los pequeños detalles que nos hacen felices, pero sin perder de vista el presente. Dentro de esta subcultura se encuentran diferentes estilos, como el sweet lolita, que se caracteriza por utilizar colores alegres en sus conjuntos, así como estampados y detalles inspirados en la infancia; el gothic lolita, con aires mucho más oscuros y misteriosos o el classic lolita, más sobrio, natural y elegante.

Muchas lolitas como Idaira conocen esta moda a través de la Red:“Había oído hablar de él, pero no le había prestado demasiada atención porque yo fui una de esas personas que, a causa del propio nombre del estilo, tenía un concepto equivocado de lo que era. Hasta que una prima mía me lo mostró y entonces empecé a buscar información también por mi cuenta en internet”.

Dado que la mayoría de las empresas que diseñan y comercializan este tipo de prendas son japonesas, Internet es una herramienta indispensable para cualquier lolita. Algunas de las marcas más populares son Angelic Pretty, Baby The Stars Shine Bright, o Moi Memé Moitié, que pueden encontrarse también en algunas tiendas en grandes ciudades como París o San Francisco.

Otra tendencia que cada vez tiene mayor protagonismo en las islas es el visual kei, que surge de la apariencia de algunas de las bandas de rock más transgresoras en Japón en los años 90. Literalmente, visual kei significa estilo visual, y es que buscan una estética llamativa, cuidando mucho el peinado y el maquillaje para conseguir, en ocasiones, un aspecto andrógino. “Admiro el visual kei por su honestidad consigo mismo. Es imagen por placer, puro hedonismo. No existen razones espirituales, morales o ideales para llevarlo, no es una contracultura. Para mí, el visual kei es la prueba de que mi ropa no tiene porqué definir mis principios”, declara Laura Arce, una joven del sur de Tenerife cuya estética del día a día incorpora elementos de diferentes modas. El visual kei debe su popularidad en España al éxito que alcanzaron entre los aficionados a la cultura japonesa grupos como Luna Sea, Versailles o Malice Mizer, banda en la que alcanzó la fama Gackt, conocido internacionalmente tras su participación en la película Bunraku junto a Josh Hartnett y Demi Moore.

Igual que en el lolita, el visual kei abarca diferentes subgéneros, como el kote kote, que es la rama más tradicional y con la que muchos grupos de música se identifican, buscando una apariencia andrógina, luciendo colores de pelo imposibles y largos flequillos que ocultan una parte del rostro. El maquillaje, recargado y con aires tétricos, y las botas con plataformas, son elementos que rara vez se usan en el día a día, pero que los artistas más representativos de este estilo lucen como parte de su propio personaje. Por otro lado, el oshare es una vertiente del visual kei mucho más alegre y refrescante, con influencias del punk y del rock y accesorios mucho más deportivos y urbanos.

Igualmente, el fairy kei es una de esas modas que atraen la vista de los transeúntes, dado que es un estilo que se identifica por buscar una apariencia inocente y bastante retro, que recuerda a la moda de las niñas norteamericanas en los años 80. También surgió en Tokio en la década de los 90 gracias marcas de ropa como 6% Doki Doki o Nile Perch y al afán de algunas jóvenes niponas por rescatar algunos valores que caracterizan la niñez, como la inocencia y la bondad. Entre el calzado de color pastel, las pulseras de cuentas de colores, las faldas de tul y los estampados a cuadros, destaca el alto valor que tiene el reciclaje de la ropa y el “hazlo tú mismo” dentro de este estilo. Silvia Giambra, estudiante universitaria, afirma que su armario podría definirse porque viste lo que le gusta sin importar que para los demás resulte atractivo o no, siempre que para ella sea divertido: “Me inspiro mucho en las revistas de moda alternativa japonesas. Creo que este auge de modas orientales se debe en parte al interés que empieza a existir hacia la cultura nipona, y también a la visita que han hecho a España algunas modelos y cantantes orientales como Misako Aoki o Kyary Pamyu Pamyu”.

Desde sus orígenes, las seguidoras del fairy kei son mujeres que rechazan que se les valore únicamente por su capacidad de atraer al sexo opuesto y que encuentran en esta moda, aún minoritaria en nuestro país, la ropa que les hace sentir a gusto con ellas mismas. Canarias también está viviendo un aumento en los seguidores de dos subculturas prácticamente contrapuestas y que tienen su origen fuera de la frontera japonesa. Por un lado, el cyberpunk, también denominado simplemente cyber, se inspira en la ciencia ficción y en las nuevas tecnologías. “Mezcla ciencia avanzada, como las tecnologías de la información y la cibernética junto con algún grado de desintegración o cambio en el orden social y un bajo nivel de vida. Es un estilo demasiado extravagante como para usarlo a diario y solo lo visto en algunos eventos”, apostilla Jennifer Salas, estudiante de Estilismo de Indumentaria que excepto los corsés, se fabrica ella misma sus prendas cyber. Su atuendo, basado en el negro combinado con colores muy llamativos y eléctricos, y a menudo acompañado por gafas protectoras o máscaras antigás a modo de crítica hacia la contaminación con sustancias químicas, suele verse solo en ferias y fiestas dirigidas a los interesados en el cyberpunk, subgénero de la ciencia ficción con el que se identifica este estilo, por lo que no es una forma de vestir que pueda verse por la calle, aunque también hay seguidores que aportan diferentes elementos del mismo a su aspecto diario. Otro de los aspectos más criticados por la cultura cyberpunk es la deshumanización del hombre a favor de la máquina, el control que ejercen las grandes corporaciones o la corrupción en los gobiernos. Muchas películas de gran éxito, como Blade Runner o Terminator adoptan estas ideas de las grandes obras del cyberpunk.

Al otro lado de la balanza, encontramos el steampunk, que también nace de la literatura hasta convertirse en un movimiento artístico y social amplio. Considerado un retrofuturismo, el steampunk imagina cómo sería la sociedad si la tecnología predominante siguiera siendo el vapor, de manera que rescata elementos de la Inglaterra victoriana y los fusiona con otros más propios de la literatura fantástica.

Aunque en la estética steampunk, que bebe directamente de la Revolución Industrial, predominan los engranajes, las gafas de aviador y diversos aparatos artesanales que parecen sacados de una novela de Julio Verne no se considera una moda, sino un reflejo de un movimiento cultural que sólo se deja ver en algunos eventos dedicados a este público. Sin embargo, algunos diseñadores internacionales como Ralph Lauren o Alexander McQueen han mostrado su interés en este estilo que, curiosamente, supone una gran crítica a la sociedad consumista actual.

No hay duda de que gracias a las nuevas tecnologías, a Internet y a la globalización, las nuevas generaciones están expuestas a muchísimas opciones, tanto a la hora de formar sus propias ideas como de elegir cómo quieren mostrarse ante el mundo, decisión en la que la moda y la estética juega una apariencia importante durante la juventud. Como forma de expresión, como reflejo de una tendencia cultural e ideológica o simplemente por diversión, la ropa, el arte y la filosofía juegan cada vez un papel más relevante en una sociedad en el que los jóvenes luchan por encontrar su lugar.