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El 15-M de Dios > Carmelo J. Pérez

Ni repudio a los ricos por el hecho de tener una abultada cuenta corriente, ni elevo sin más a los altares a todos los que son pobres. Corren tiempos en los que es demasiado habitual condenar a unos y elevar a los altares a otros con sólo mirarles el monedero.

Lo cierto es que conozco a ricos que son personas excepcionales, verdaderos ejemplos de humanidad y sabiduría en la más completa acepción de la palabra. Y también es verdad que he chocado con multitud de pobres que han labrado su camino hacia la miseria a fuerza de sacar a diario de sí mismos lo peor que llevan dentro. Y no porque la sociedad les haya puesto en el disparadero inevitable de escupir veneno en toda circunstancia, sino porque el misterio del mal es un sol que amanece a diario sobre unos y otros: hay quien elige sus cálidos rayos para arroparse, sin que para ello tenga nada que ver el color de la tarjeta de crédito. Es el misterio del mal, insisto.

Sin embargo, nuestro Señor prefiere a los pobres. Y el apóstol nos advierte hoy en las lecturas de la misas de que es un error hacer distinciones en el seno de la comunidad cristiana privilegiando a los ricos.

Tales preferencias de nuestro Dios son una especie de 15-M bíblico en el que, lejos de simplezas, se esconde una mayor sabiduría que en cualquier otro movimiento que pretendiera a estas alturas de la película desenterrar la herrumbrosa hacha de guerra de la lucha de clases. Afortunadamente, sólo los románticos, los sindicalistas trasnochados y los irresponsables se apuntan ya a semejante batalla.

Estos pobres del evangelio, tan importantes para que el proyecto de Dios se haga verdad entre nosotros, son todos los hombres y mujeres que se saben deudores de Dios, el dueño de la vida. Son todos los que viven desde la certeza de no estar terminados, de seguir en el camino, necesitados de Dios y de los demás para entenderse y para caminar hacia la madurez. Son los ciegos y mudos de ahora y de siempre: los que no se fían sólo de lo que ven y lo que oyen, porque tienen experiencia de que a menudo los sentidos nos fallan a la hora de descubrir lo realmente importante.

Son pobres de ahora y de mañana, preferidos de Dios, quienes hacen un hueco en la noche de sus días para buscar el rostro de quien les llamó a existir y para abrirse a su misterio. Nada tienen, saben que nada tienen, porque se tiene nada hasta el encuentro definitivo con la verdad. No es que de repente pretenda yo escalar cimas de espiritualismo desencarnado nunca antes transitadas, con unas interpretaciones que supongan una ofensa a quienes peor lo pasan en estos terribles momentos de necesidad.

Lo que realmente digo es que el 15-M de Dios, que cientos de veces pregona la Biblia, es una apuesta definitiva del creador más allá de las circunstancias de un momento concreto, incluso cuando son tan catastróficas como las actuales. Contra la pobreza de pan y de futuro, unamos nuestras manos para empujar fuerte contra la corriente. Nadie como la Iglesia sabe hacerlo bien. Contra la soberbia de pensarnos el principio y el fin de todo cuando existe, o casi, pidamos a Dios el regalo de gustar la pobreza.

Así, radicalmente desnudos, saboreando el 15-M de Dios, el vértigo nos conducirá a la paz inagotable.

@karmelojph