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África andando > Juan Carlos Acosta

Andando digo que estos días un grupo de jóvenes canarios recorre territorio africano con un programa subvencionado seguro que de inmediato saltarán las alarmas por esos gastos superfluos que no nos podemos permitir, y menos con el continente vecino, con la que está cayendo aquí. Pero que no cunda el pánico. Los fondos económicos para llevar a cabo la misión proceden de Europa, un proyecto que, bajo el epígrafe de África Andando, cumple su cuarta andadura y se erige como una apuesta de futuro, quizás la más lúcida de los últimos años, en esa tarea ineludible y muy conveniente de ubicarnos en el lugar que nos corresponde.

Me tranquiliza que al menos dentro de un tiempo esa semilla que planta ahora un equipo de personas, encabezadas por el economista, scout, africanista y tinerfeño Cristóbal Núñez dé su fruto y las próximas generaciones sepan aprovechar lo mucho que de afortunado tiene estar tan cerca de unos pueblos que representan la reserva del mundo no solo en cuanto a valores humanos, sino a una fuerza vital que germinará tan pronto las nuevas tecnologías terminen de implantarse entre la población más joven del planeta. Grandeza atrae grandeza.

En esta ocasión, la cuarta expedición convive con otros chicos de Cabo Verde, y transita entre sus islas, muy parecidas a las nuestras, aunque más pequeñas y todavía muy vírgenes, realizando excursiones y conociendo de primera mano una pequeña parte de esas civilizaciones del sur que apenas aparecen en nuestros canales de televisión, periódicos y emisoras de radio, en un proceso mimético que parece empeñado en desterrarlas por omisión de nuestra realidad cotidiana, como quien esconde a un pariente pobre, el que probablemente algún día puede que nos auxilie a nosotros o a nuestros hijos por esas vueltas de la vida, cada vez más sorprendentes.

Y es que, a pesar de las pavorosas noticias ocasionales, las que de forma paradójica sí que gusta airear a nuestros medios de comunicación, las de la pobreza, la sangre, las ablaciones, las guerras o las hambrunas, las gentes africanas suelen habitar en la inmensidad de sus tierras olvidadas sin sobresaltos y de una manera sencilla, que no primitiva, aunque también, y que nos recuerda a quienes peinamos canas a los tiempos en los que no estábamos tan sujetos a la industria del consumo y a los intereses que imperan en nuestro desarrollismo jubiloso de usar y tirar.

Así que nuestros exploradores volverán la semana que viene con las mochilas repletas de ensoñaciones, como quien regresa de un paraíso inventado por un pasado con rasgos de lo que fuimos alguna vez y que hoy permanecen invisibles y al margen de las grandes cadenas de información, y quizás conviertan mañana ese recuerdo en una brújula con la que orientar la lucha que se avecina para salvaguardar el mundo de una depredación cuyas consecuencias se manifiestan gradualmente en episodios inequívocos de cambios climáticos que amenazan con elevarse como una nube incandescente sobre nuestras cabezas.

África Andando es la mejor inversión de futuro que hace Europa para Canarias a través del continente negro, y hasta insólita diría yo, si se tiene en cuenta que en nuestra Comunidad aparentemente pretendemos seguir mirando para otra parte con tal de no aceptar que nuestro porvenir pasa por todo lo que ocurre tan cerca de nosotros, sea del signo que sea. Eso sí, mejor positivo.