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Bisbal acústico > José David Santos

Acudir a un concierto, o a cualquier otro tipo de acontecimiento cultural, sin la menor esperanza de pasarlo bien, puede llevarte a sufrir durante dos horas algún horror que sabías iban a perpetrar ante ti o a darte cuenta, en un momento dado, que aquello no está tan mal o, incluso, reconocer que valió la pena acudir, aunque fuera arrastras, a la actuación. La segunda opción fue la que se me hizo real el domingo por la noche en el concierto que David Bisbal ofreció en el Auditorio Adán Martín de la capital tinerfeña. En una mezcla de grandes éxitos de la música romántica latina y una revisión de los hitos del almeriense transcurrieron dos horas en la que destacó, sobre todo, el chorro de voz de Bisbal y la brillantez de los seis músicos que lo acompañaban sobre el escenario. Hace unos años acudí a otro concierto del otrora triunfito y un sonido infame hizo que aquello fuera una pesadilla. Sin embargo, el Auditorio acogió un espectáculo más que digno que más allá de encandilar a los fans de Bisbal -mujeres de todas la edades lo llamaron guapo como un millón y medio de veces- sirvió para que otra parte del público más desapegado pudiera disfrutar, por ejemplo, de buenas versiones de temas de distintas décadas de la música latina. Así, desfilaron los nombres de Alberto Cortez -excelente el tratamiento de En un rincón del alma- Armando Manzanero, Alejandro Sanz, Joan Manuel Serrat o el grupo de rock andaluz Alameda. Fue en estas canciones donde, curiosamente, más se dejó llevar Bisbal y demostró, como en el caso de Y si fuera ella de Sanz, que se ha trabajado muchísimo este espectáculo con el que ha recorrido ya más de un centenar de escenarios. Igualmente, el desfile de éxitos de los diez años de carrera que lleva acumulados el artista se desarrolló entre ritmos de blues y otros arreglos que en muchos casos mejoraron el original. Salvo por el último tema de la noche, cuando se desató una horda filo groupie hacia el foso del escenario, la cita parecía más un acústico de un veterano que juega a versionarse a sí mismo y a los “grandes”, como los definió el propio Bisbal, que al de un joven que arrastra masas a golpe de radio éxitos y rizos al aire. Una agradable sorpresa.