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La calle La Hoya: un futuro incierto

Reportaje fotográfico: Moisés Pérez


GABRIELA GULESSERIAN | Puerto de la Cruz

Lo único que tienen claro es que el futuro de sus negocios es incierto. El intento de convencer “por todos los medios” al Ayuntamiento de que no era el momento de acometer las obras de mejora y remodelación de la calle La Hoya, en el centro de Puerto de la Cruz, fue inútil. Entre otras cosas, porque les aseguraron que de hacerlo, se perdía la subvención y ahora, afirman muchos de los comerciantes, están pagando las consecuencias. Tampoco sirvió de nada el escrito que presentaron antes de iniciarse la actuación con más de mil firmas oponiéndose al proyecto.

De los 146 comercios que hay en la vía, una de las arterias comerciales más importantes del municipio, 10 ya han cerrado sus puertas porque los trabajos han repercutido en sus ingresos y les ha sido imposible afrontar los gastos. Otros lo han hecho de forma circunstancial hasta que éstos se acaben para evitar pagar impuestos.

La zona en la que se centran las obras, que comenzaron el 15 de mayo, es desde la Avenida Familia Betancourt y Molina hasta la conexión con la calle Zamora, con una extensión de 300 metros de longitud y un ancho variable de entre 5 y 10 metros. De acuerdo al plan previsto, se iban a ejecutar en tres fases, siendo la primera el centro de la vía, con las principales redes de servicios, con varios tramos sucesivos. Las fases siguientes contemplan los dos espacios laterales, también por tramos, y finalmente, se realizarán los trabajos de pavimentación, jardinería, alumbrado público y mobiliario urbano.

Según los afectados, el primer “incumplimiento” del Ayuntamiento es que la calle no se abrió por tramos de 40 metros como estaba previsto y eso los ha perjudicado mucho. Polvo, ruido permanente y maquinaria en el medio de la vía, con la dificultad que ello conlleva para transitar es una realidad que soportan desde hace cuatro meses y medio.

Hay negocios que viven de sus terrazas que actualmente están tapadas por una malla de protección. En otros, las ventas han bajado hasta más de la mitad. Hay quienes confiesan que han pasado de hacer una caja de 500 euros diarios a no superar los 30.

“El Ayuntamiento no hace más que mandar facturas y no es que no querramos abonarlas, pero tienen que darnos una oportunidad, como posponer los pagos”, se queja el dueño del restaurante Sapore D’Italia. Tanto él como el propietario de Visanta, Paradeep-Tanwani, aseguran que llevan cuatro meses limpiando la calle, tanto dentro como fuera de sus locales, y llevando la basura al contenedor pese a que “todos los meses nos pasan el recibo trimestral”. Por si fuera poco, dicen que la Policía Local les ha advertido de que si no lo hacen se localizará al local y se le pondrá una multa.

Los comercios que se encuentran más cercanos a la avenida Betencourt y Molina indican que los responsables de la obra tampoco han facilitado el paso de los clientes pese a que consideran que había formas de hacerlo. “Han puesto una cadena para que no pase el tráfico dejando sólo un lateral de bajada que hasta hace poco estuvo tapado por la valla de la obra y no permitía ver hacia la calle. Tuvimos que pedir que la quiten, pero hubo que esperar tres semanas”, dice Antonia González.

Actuación necesaria

El concejal de Urbanismo, Sebastián Ledesma, es consciente de la realidad que soportan vecinos y comerciantes de la calle La Hoya. Aún así, defiende que se trata de una actuación “totalmente necesaria que se viene planteando desde hace muchos años”.

El edil sostiene que las obras siempre “suponen un perjuicio económico para los comerciantes” pero niega los incumplimientos. Por el contrario, afirma que “el seguimiento es exhaustivo”, con una comisión creada al efecto en la que hay dos representantes de los comerciantes, “que les informan a los demás puntualmente cuando se produce algún cambio en el plan de trabajo”.

El edil insiste en que los vecinos reciben toda la información y destaca que ha habido mucho consenso desde el inicio de los trabajos, que no han estado exentos de inconvenientes dado que son “muy complicados de llevar a cabo y más aún, con los comercios abiertos. Siempre hay personas que discrepan de todo y están en contra de todo, pero no son la mayoría ni tampoco supone que estén descontentos”, aclara.

De hecho y “siendo conscientes de la actual situación económica”, dice que accedió a algunas peticiones de los comerciantes, como poner más pasarelas de las que contemplaba el proyecto, o la ocupación de la vía pública “incluso de forma desproporcionada” sin que algunos hayan tenido la autorización para ello. Respecto a la posibilidad de no abonar determinados impuestos para paliar la mala situación que atraviesan, Ledesma apunta que “es complicado” pedir la bonificación de forma genérica”. Por eso propuso a los afectados que lo hicieran de manera individual, pero a él “no le consta que alguien haya presentado un escrito para solicitarlo”.

Versiones

Las versiones de unos y otros distan bastante, sobre todo en cuanto a la información que se brinda. Los comerciantes insisten en que “no tienen nada” en contra de la obra pero sí del Ayuntamiento. “Que los políticos sepan de una vez que los que sufrimos somos nosotros”, recalca Abel Elmahandi, propietario del bazar Zagura.

La calle La Hoya, que décadas atrás fue un referente comercial para el turismo, presenta actualmente un panorama desolador que de noche “se agrava aún más”, según Paradeep-Tanwani. No dudan en que va a quedar “muy bonita”, pero “muerta comercialmente”. Y aunque muchos se esfuercen por “pasar la primavera, el verano y ahora el invierno”, creen que la Hoya tardará mucho tiempo en volver a ser lo que era.

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Inquilinos “indeseables”

Teresa Padrón García es una vecina de la calle La Hoya para quien las obras se han convertido en una auténtica pesadilla. Desde hace cuatro meses, ha recibido en su casa la visita de unos inquilinos “indeseables”, tres ratas de 25 centímetros de longitud (tiene pruebas que lo demuestran) que ha encontrado en su vivienda con el consiguiente riesgo que ello conlleva para la salud de su familia, dado que es necesario esperar cuatro días para que el veneno que les pone les haga efecto y, mientras tanto, “se alojan” allí.

En reiteradas ocasiones se dirigió a la concejalía de Sanidad para trasladarle su problema. La última vez que lo hizo le comunicaron que la concejal había salido y le pidieron que insistiera más tarde. “Desde entonces, llevo una semana y media intentando que me cojan el teléfono”, ratifica. También presentó una instancia formal en el Ayuntamiento con registro de entrada de 14 de septiembre, en el que expone su problema y en el que solicita “la desratización del solar ubicado en la trasera del edificio Rex, colindante con su vivienda, que se encuentra abandonado” y del que le consta que “está plagado de estos roedores”. Pese a que en el consistorio le aseguraron que “ya se habían tomado las medidas oportunas”, ella lo duda ya que cada día oye a alguien decir que ha visto a un ejemplar.

Como anécdota, cuenta que el día que fue a comprar veneno a la ferretería, la persona que la atendió le comentó que “minutos antes se había ido un señor que había gastado unos 30 euros, también para veneno por las ratas de la calle La Hoya”. Padrón, que se ha convertido en “toda una experta en roedores”, se ve obligada a revisar cada día que en las habitaciones de su casa no haya excrementos y orina de estos animales “por temor a que hayan hecho un nido”.

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