Educación, conocimiento e igualdad – Por Jaime Rodríguez-Arana

Con alguna frecuencia, sobre todo en este país y procedente de una determinada perspectiva ideológica, se intenta trasladar a la sociedad que la educación tiene como fin fundamental la integración social, facilitar la convivencia social entre las personas.

La transmisión del conocimiento no sería lo más relevante de la enseñanza, porque ésta habría de orientarse principalmente a neutralizar y eliminar las diferencias sociales y económicas entre las personas, propiciando una efectiva igualdad entre los hombres y mujeres.

Tras el proyecto de ley de mejora de la calidad de la educación, esta tesis se abandona y se sustituye por la educación como medio para la transmisión de los conocimientos, para así facilitar que los jóvenes puedan elegir con criterio y desde un plano crítico en virtud de la preparación alcanzada.

La transmisión del conocimiento vale en la medida en que se dirige a la integración social, a limar las diferencias sociales, dicen. La escuela es la varita mágica que arreglará todos los problemas sociales, absolutamente todos.

Pues bien, cuándo se han aplicado estas teorías, no se han resuelto las diferencias sociales, el fracaso escolar se ha multiplicado, los profesores son presas del absentismo y descienden las competencias de los estudiantes.

La realidad, empero, nos enseña que las personas son diferentes y que la educación ha de adaptarse a las personas, no las personas a la educación.

La educación ha de orientarse a la transmisión de conocimientos y saberes. Cuándo así se plantea, se ayuda a la formación abierta, integral y plural de las personas, fomentándose la puesta a disposición de la sociedad de personas preparadas, con capacidad crítica, libres.

La transmisión del conocimiento es presupuesto para la mejora de la sociedad, para la eliminación de las injusticias.

La sociedad precisa personas que saben, que deliberan, que piensan, que deciden con criterio y, sobre todo, que no tienen miedo a la libertad y a la verdad. Y eso se consigue con un sistema educativo diseñado para poner al servicio de la sociedad a personas preparadas, con conocimientos, con perspectiva crítica y, sobre todo amantes de la búsqueda de la verdad y de la libertad solidaria. Esperemos que el proyecto de ley aprobado recientemente por el consejo de ministros discurra en esta dirección. Nos jugamos mucho y ya hemos perdido bastante tiempo.

*Catedrático de Derecho Administrativo