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Falsa metáfora – Por María Vacas Sentís

En el reino de los cuentos neo-medievales despunta una metáfora tan gigante como falsa, consistente en equiparar las cuentas familiares con las del Estado. Se nos repite que del mismo modo que en una economía doméstica la familia no debe gastar por encima de la renta o salario que entra en esa casa, con las finanzas públicas las instituciones han de actuar de forma similar, no debiendo nunca los gastos superar los ingresos para así lograr el estúpido objetivo del déficit cero. En definitiva, ajustar los ingresos a los gastos, y asfixiarnos con un absurdo corsé que hasta la propia constitución avala. No obstante, hay una falla fundamental en la comparativa, y que casualmente omiten todos los pseudo-expertos. A diferencia de lo que sucede en una casa de familia, donde los gastos y los ingresos van en cajas separadas y no interactúan entre sí, en el caso de las cuentas públicas el funcionamiento económico es radicalmente diferente. Cuando la Administración gasta se produce un retorno vía ingresos fiscales, tanto directos como indirectos, o a través de la generación de empleo y del consiguiente aumento de las cotizaciones sociales. Se activa la rueda del consumo, lo que permite ingresar más. El gasto del Estado genera riqueza y crecimiento; las inversiones en gasto social, en infraestructuras, o la creación de empleo, tienen un efecto rebote en todo el tejido económico. Y, por contra, si el Estado reduce gastos también se ven mermados los ingresos, en una rueda interminable de decrecimiento y ruina. Esto no sucede en una economía doméstica. Porque cuando un hogar gasta menos el salario no sufre afección alguna. La confusión no es casual. Asimilar las cuentas de una casa a las de un Estado es fácilmente entendible. Es una metáfora muy eficaz, que acompaña al otro sonsonete letárgico de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora lo tenemos que pagar”. Sirve para recortar cien mil millones de euros en tres años y dar armazón teórico a todos los atropellos y retrocesos sociales; cumple su embaucador cometido ideológico. Sólo tiene un pequeño inconveniente, loritos y papagayos de variado pelaje: que no es real.

mvacsen@hotmail.com