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El Gobierno canario tropieza en la misma piedra > Leopoldo Fernández

Se cuenta que el filósofo alemán Gottfried Wilhelm von Leibnitz, que vivió los siglos XVII y XVIII, acudía con frecuencia a la Universidad de Leuyden, donde solía sostener, siempre en latín, polémicos y apasionados debates con profesores y estudiantes. Pasado un tiempo, el propio Leibnitz advirtió que a dichos encuentros solía asistir regularmente un vecino que resultó ser zapatero de profesión. Movido por la curiosidad, un día el filósofo se acercó a él y le preguntó si conocía suficiente latín para seguir tan interesadamente las controversias intelectuales. “No, contestó el hombre; de latín no sé nada, ni tengo intención de aprenderlo. Yo sólo vengo a ver cómo discuten ustedes”. “Pero si no sabe latín , le replicó un extrañado Von Leibnitz, ¿cómo puede saber quién tiene razón en las discusiones”. A lo que el modesto artesano contestó: “¡Oh, eso! Muy sencillo: cuando alguien grita mucho sé con seguridad que no tiene razón”.

Algo similar me ha ocurrido a mí mismo al hojear, tras las vacaciones, la prensa de agosto y estos primeros días septembrinos: que el presidente, el vicepresidente y algunos miembros del Ejecutivo autonómico no hacen sino elevar el tono de sus críticas y acusaciones hacia el Gobierno central, con lo que deduzco que no tienen razón, que se siguen pasando diez pueblos en vez de poner orden en la casa propia -que buena falta hace- y, sobre todo, aportar ideas y proyectos que ilusionen a los canarios, fortalezcan sus lazos y objetivos comunes y procuren mejorar sus perspectivas de futuro. Tanto levantar la voz sin ton ni son lleva al dislate de caer una y otra vez en la falta de juicio, el populismo ramplón e incluso el ridículo.

Se equivoca el señor presidente y se equivocan sus colaboradores si creen que diciéndole al pueblo sólo los buenismos que quiere escuchar -a nadie le gusta que le hablen de la necesidad de apechar con esfuerzos, sacrificios, apreturas y cosas por el estilo, pero el buen gobernante debe ser sincero con los ciudadanos – aplaca con ello la terrible realidad del desempleo, la crisis y el progresivo empobrecimiento de las clases populares. Sacar de nuevo a colación el tema de las prospecciones petrolíferas en aguas próximas a Canarias y anunciar una queja en Bruselas, o un nuevo recurso ante el Tribunal Supremo, por la concesión a Repsol de los permisos de investigación, son ganas de perder el tiempo y el dinero, además de persistir en el error y la extravagancia. No digo nada de la guinda que le ha puesto a este pastel el secretario general de Coalición Canaria, José Miguel Barragán, quien ha dicho que CC seguirá reclamando que las competencias en materia de prospecciones petrolíferas sean transferidas a Canarias “para evitar que el Gobierno del Estado siga adelante con este proyecto de espaldas a las Islas y con la oposición de la inmensa mayoría de la sociedad canaria”( ¡ ).

Otra boutade de estos días la soltado el propio presidente Rivero al insistir en que el Gobierno central debe revisar el actual modelo de financiación autonómica, que dio por bueno en 2009 el Ejecutivo canario pese a que perjudica enormemente a las Islas (cerca de 800 millones al año). Abrir ahora, en plena crisis y con Cataluña presionando por el pacto fiscal, ese melón parece un despropósito por más razón que tenga el señor presidente, que la tiene, aunque también cabe atribuirle, junto al ministro Soria, la culpa de que estemos donde estamos. Y una ligereza por el estilo se me antoja su afirmación de que Canarias solicitará los 600 millones en que podrá endeudarse (durante el actual ejercicio “a quien mejores condiciones ofrezca a las Islas, ya sea el Fondo de Liquidez Autonómico del Estado o una entidad bancaria privada”. Sabe bien Paulino Rivero que la banca privada anda fatal de liquidez y no atiende las demandas de ninguna comunidad autónoma, y sabe que las condiciones de sus préstamos no serían mejores que las que ofrezca el Estado. Pero más sorprendente que la argumentación es el hecho mismo de presentar como la cosa más natural del mundo el nuevo recurso a la deuda -ya llevamos 3.700 millones de euros pendientes de pago- para inflar los presupuestos canarios, a pocas fechas de la entrada en vigor de una brutal subida de impuestos. ¿Es que no se puede reducir el tamaño de la Administración, empezando por el Ejecutivo, cerrar de una vez varias decenas de empresas públicas inútiles y acabar con provisionalidades, interinidades y enchufismos varios que incomprensiblemente, pese a la que está cayendo, se siguen manteniendo?

En medio del dificilísimo panorama social que afecta a las Islas (cerca de 400.000 canarios en paro y casi 600.000 pobres), que el presidente del CES ha retratado con un frase demoledora – “la economía canaria per capita ha retrocedido al año 2000”-, las cartas abiertas dirigidas por el diputado nacionalista Ignacio González a Paulino Rivero y José Manuel Soria conminándoles a que, sin buscar culpables y olvidando sus conocidas diferencias, se reúnan y dialoguen con vistas a mejorar las relaciones entre Canarias y el Estado, vienen a poner un punto de racionalidad y buen tino político. Oportunismos políticos aparte, es la mejor y más sabia decisión que ambos pueden adoptar en beneficio de los ciudadanos de estas tierras atlánticas. Personalmente, me da lo mismo que se vean aquí o en Cochabamba, pero ya está bien de desencuentros, ignorancias, soberbias, falsos orgullos y mala voluntad. Es hora de que se pongan a trabajar por Canarias superando diferencias y lo que haga falta. Para eso están donde están. Quizás Ignacio González debería haber incluido una posdata para, de persistir en su actual distanciamiento, obligarles a que se junten a punta de pistola.