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Hasta luego, lideresa > Fernando Jaúregui

He discrepado, y discrepo, en muchas cosas de Esperanza Aguirre. No es, empero, la hora de la crítica, sino del reconocimiento. En estos minutos, desconozco qué ha ocurrido para precipitar una dimisión tan por sorpresa -claro, se hablaba del tema, pero siempre condicionado a la lejanía-; puede que tenga que ver con los viejos motivos de salud, puede que algo -algo- con los disgustos de esa ramplona política cotidiana. Quién sabe -pero lo sabremos-. Lo que sí es indudable es que Espe, la lideresa como la llaman los suyos, que son bastantes aquí, en la Comunidad de Madrid, ha significado la consagración de una política extremadamente conservadora en algunas cosas, pero muy innovadora en otras. Suyas fueron las primeras iniciativas de reducir diputados autonómicos, de poner coto al Tribunal Constitucional. Gobernó la Comunidad con guante de hierro en mano de terciopelo -¿o era al revés?-, con simpatía, desinhibida, sin complejos -a veces, hasta la metedura de pata-, con golpes de efecto propios de quien era una consumada golfista, handicap cinco. Era un contrapeso, no siempre deseable ni deseado, para Rajoy y los suyos atrincherados en la sede de Génova. Tenía grandeur, y no hay manera de traducir lo que ello significa. Nos vamos a aburrir, mejorando lo presente, sin Esperanza Aguirre. espero que siga incordiando a los suyos y a los demás, porque, en ese plano, no hay quien la gane. Y, por cierto, ¿quién va a ser ahora el contrapunto dentro del partido que nos gobierna con mayoría absoluta y absoluta minoría de ideas, quién?