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Idiocia o idiotización > Ramiro Cuende Tascón

Entre reflexiones, libros, churumbeles y la articulitis, pasó el verano. La toalla, las cholas, los baños de mar -ahora sí, ahora no- y la herdinguer que quedó pendiente con Santiago en el Café al Mar de St. Porís, pasaron.

La idiocia, de idiota, según el RAE, es un trastorno que se caracteriza por una grave deficiencia de las facultades mentales; puede ser congénita o adquirida en las primeras edades de la vida. La que le afecta a este país y a esta región más concretamente es, por una parte, heredada del régimen pasado en el que algunos siguen sumidos. Por otra, resultado de la jeta de parte de nuestra clase política que nos considera imbéciles de baba, y por último, a la tomadura de pelo a que nos someten algunos de nuestros electos, que no dilectos, dirigentes. A este joven país, por nombre España, le falta madurez y marcha.

Si a lo anterior sumamos la colaboración de determinados medios de comunicación, a los que llamo de tendencia ignominiosa. Mas la débil o mejor dicho usurera práctica de una parte de nuestra clase empresarial, la avariciosa y conservadora de toda la vida, tenemos lo que tenemos.

Por más que duela, un país mediocre, y lo que, a mayor dolor, me toca perentoriamente los apéndices, una población engañada, miedosa e idiotizada, que tiene por figuras a indocumentadas como la Belén o custodiando la hucha a un inepto caído de un guindo, La articulitis ha pasado por piezas tales como: La edad de las usurpaciones, de Jesús Ferrero, que nos advierte de que, en plena falsificación de identidades, tratar de desbaratar las mentiras que circulan por Internet es una batalla perdida.

Otro, El único mérito, el de la ciudadanía, de Soledad Gallego-Díaz, que nos recuerda que es difícil moverse por Europa cuando uno no consigue estar cómodo en su propio país.

El de César Molinas es magistral: Una teoría de la clase política española, que ves la antesala de su próximo libro. No puede faltar Gustavo Martín Garzo, que está Por una escuela pública, laica y literaria y nos dice que educamos a los niños para decirles que, por muy raro que pueda parecer, es posible la felicidad.

El gran Antonio Fraguas, Forges, El País de los Mediocres. Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro… Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ha habido más; son un lujo de los que aprendo cada vez.

Seguimos intentándolo, pese a quien pese.