FAUNA URBANA > Luis Alemany

Insumisión civil > Luis Alemany

La frustrada Toma del Parlamento madrileño del 25 de este mes nos sitúa ante un apasionante panorama político, de imprevisibles consecuencias, y nos plantea inquietantes cuestiones, la primera de las cuales -a este respecto- pudiera ser la curiosa relación directamente proporcional entre debilidad política y brutalidad policial; porque los sistemas democráticos que se sienten racionalmente consolidados no precisan acudir a la bestial represión para prevalecer, ya que sólo la inseguridad en el poder que se ejerce puede conducir a defenderlo cobardemente: desde ese punto de vista, no deja de resultar sumamente significativa la declaración del ministro del Interior (no sé cómo se llama ni me importa) elogiando la actitud policial en esta ocasión: se trata -en última instancia- de un comportamiento propio de todos los regímenes rigurosos; de tal manera que -salvando todas las distancias que haya que salvar- cualquier español que tenga más de cincuenta años podrá recordar los sístoles y los diástoles de los crímenes institucionales de la dictadura del Invicto Caudillo a tenor de los acontecimientos de su entorno político.

En cualquiera de los casos, esta manifestación ciudadana parece ser la única respuesta a un gobierno que -en menos de un año: le quedan más de tres- ha conducido al país a la miseria más absoluta, y que no puede recibir repulsa parlamentaria alguna desde su intocable mayoría absoluta: no es uno tan ingenuo como para creer que cualquier otro partido político hubiera podido solventar esta situación, de tal manera que tal vez lo más sensato fuera establecer un gobierno de concentración nacional, donde todos (especialmente los partidos minoritarios) se mojaran el culo, lo cual resulta impensable que se produzca desde el prepotente talante mesiánico de Rajoy.

Sin embargo -desde esta perspectiva- uno se siente esperanzado ante esta voluntad popular de tomar el Parlamento, por más que ninguno de los que se lo proponían (?) hubiese sabido qué hacer allí dentro después de haberlo conseguido: la Historia magnifica la Toma de la Bastilla en 1789, pero suele omitir que se trató de un acto simbólico, porque en sus mazmorras sólo había dos o tres mendigos refugiados para dormir; de similar manera que la Toma del Parlamento (que simbólicamente ya se ha producido) supone el rechazo del gobierno que nos gobierna, y la imperiosa exigencia de un cambio.