Santa Cruz >

Una inyección de autoestima para competir

PROGRAMA APRENDER VIVIR MEJOR - OFRA
Sonia María Rodríguez es la educadora social de la oficina del IMAS en Ofra. / JAVIER GANIVET

NATALIA TORRES | Santa Cruz de Tenerife

Los servicios sociales del municipio de Santa Cruz se han convertido en la única opción de muchas familias para salir adelante en medio de esta terrible crisis, un lugar al que acuden en busca, principalmente, de ayuda económica para alimentos, agua, luz, que les permita capear el temporal. Pero las unidades de trabajo social del Instituto Municipal de Atención Social (IMAS) también están siendo el filtro para llegar hasta un grupo de personas, muchas veces invisibles para el resto de la sociedad, que se encuentran al borde de la exclusión social.

Es para este grupo en situación de vulnerabilidad para el que se ha creado el programa Aprender para vivir mejor, cuya experiencia piloto se ha puesto en marcha en el IMAS-Ofra de la mano de la educadora social Sonia María Rodríguez y cuyos resultados han animado al concejal de Asuntos Sociales, José Manuel Arocha, a extender el programa al resto de distritos a partir de octubre.

La concatenación de estados como la baja autoestima, la falta de confianza social y en sí misma o de autocontrol de las emociones, van situando a muchas personas al margen de la sociedad, colocándolas en una situación en la que no pueden competir en igualdad de condiciones con el resto. Rodríguez, pedagoga de profesión, explica que, “las personas que vienen a los servicios sociales municipales normalmente lo hacen en busca de ayuda económica para cubrir necesidades básicas, pero ninguna viene a decirte que quiere que le pongas una inyección de motivación, que quiere cambiar, tener mayor calidad de vida”.

“El apoyo educativo no se demanda, pero es un apoyo que se ofrece, un servicio más a la ciudadanía, con el que se pretende que estas personas logren mejorar. Yo inyecto la dosis pa- ra que esa persona pueda tener una vida en igualdad con otras personas de esta sociedad”, indicó Rodríguez.

El programa, cuyos pilares básicos son los de la motivación, autoestima, seguridad y autonomía, se inició con 58 personas, de las que 29 terminaron la formación y de ellas sólo cinco recurrieron a los servicios sociales en 2012. Para la educadora social del IMAS-Ofra, lo que diferencia esta iniciativa de otras está en que: “Una persona en situación de vulnerabilidad necesita que se la incluya; una persona que coyunturalmente se halla en desempleo, a lo mejor no necesita ser incluida sino ser insertada laboralmente, pero este último grupo no es competencia de los servicios sociales”.

Objetivos

Las personas objetivo de Aprender para vivir mejor son aquellas que encadenan, año tras año, la misma vida, “la ven pasar por delante y no hacen nada, les falta la motivación para hacer otras cosas, les falta formación”, señala Rodríguez. Un ejemplo de esas dificultades está en las nuevas tecnologías “si antes estas personas estaban en exclusión ahora lo están más aun y lo que intentamos es que si los llaman para ser reponedor en una tienda que por lo menos sepan utilizar un ordenador para hacer un inventario”. Detectar a las personas que necesitan aprender a vivir mejor es, sobre todo, “un trabajo de equipo”, recalca Rodríguez. “Yo llevo a la práctica el programa entre los distintos grupos, hago de filtro, pero quienes hacen la selección previa son las trabajadoras sociales de la unidad”.

Según detalla la educadora social “ellas tienen apuntados en una lista a los posibles candidatos que necesitan de ese apoyo educativo, de esa formación grupal”. Generalmente son personas usuarias de la prestación canaria de inserción, sin ingresos o usuarios habituales de la oficina.

La forma en que llegan hasta el programa, detalla Rodríguez, es por obligación. “La Administración pública tiene el deber pero las personas que reciben ayuda también tienen sus obligaciones; lo fantástico es que, al final, aunque en un inicio la persona acude obligada, hay gente que deja de cobrar la prestación y sigue viniendo y finaliza la formación”.

En cuanto a los contenidos del programa, “en realidad es una excusa para enganchar. Con una libreta y un bolígrafo no sabes la gente el cambio que da porque escribir mejora la autoestima, le da seguridad”. “Cuando termino un bloque hago un test, ellos lo viven como un examen, pero es que los tipo test se hacen en las entrevistas de trabajo, es un prelaboral, es aprender para vivir mejor”, concluye Rodríguez.

[apunte]

Atención específica según los grupos de edad

Proyecto piloto. En septiembre dará comienzo la tercera promoción del programa en Ofra. En el primer año, de la cincuentena de personas seleccionadas, 29 terminaron el curso, y de ellas sólo 5 volvieron a los servicios sociales.

Entre 20 y 35 años. El programa se imparte a distintos grupos dos veces por semana. El primero es el que aglutina a las personas entre 20 y 35 años, compuesto principalmente por mujeres jóvenes, solteras, madres, en situación de desempleo, sin o escasos recursos.

De 35 a 45 años. Este es el grupo más cronificado, compuesto por mujeres, solteras, madres, en situación de desempleo y con escasa formación. Además presentan problemas familiares y de género y escasa experiencia profesional.

Mayores de 45 años. Como constata Sonia Rodríguez, este es el grupo para el que es mas complicado integrarse. Son mujeres que dependen de sus hijos que también están en desempleo y en las que destacan los problemas de salud psicológicos.

Hombres. Este último grupo es mucho más heterogéneo, la mayoría son desempleados de larga duración, con escasa formación. Aunque como detalla Rodríguez, “son una auténtica esponja a la hora de asimilar conocimientos”.

Futuro. Sonia Rodríguez defiende que una vez dado el paso para incluir a estas personas ahora es necesario aportar recursos, “ya contamos con un convenio con la Sociedad de Desarrollo y otro con Ataretaco pero aún hay camino por recorrer”.

[/apunte]