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Paulino Rivero > Leopoldo Fernández

Paulino Rivero tiene un blog personal en el que cada domingo vierte una serie de opiniones sobre asuntos de actualidad. Con ello gana protagonismo añadido, pero quizás no cae en la cuenta de que los pareceres que traslada a la opinión pública deberían rebosar rigor, reflexión y tino político para no caer, a veces, en populismos sensibleros y demagógicos. No está claro si quien escribe es el ciudadano Rivero, el líder de CC o el jefe del Gobierno y, en este último supuesto, de todo el Gobierno, incluido el PSOE, o tan sólo el de la parte nacionalista. Lo digo porque ayer mismo pude constatar la desazón de altos dirigentes socialistas por algunas frases del jefe del Ejecutivo sobre las relaciones de Canarias con el Estado. Aun teniendo razón en el fondo, sobre todo por la mala financiación del Archipiélago, sabe bien Rivero que él y su otrora vicepresidente Soria son responsables de que las Islas no reciban unos dineros que compensen la lejanía, la insularidad y otras singularidades propias de esta tierra. Así estamos especialmente desde 2009, gracias también a Zapatero, y así seguiremos merced a la alocada política de confrontación que el presidente ha elegido en sus relaciones con el Gobierno del Estado. Prefiere mirarse el ombligo, hablar de contrato con España, de modelo agotado y de toda una retahíla de insinuaciones y problemas, achacables muchos de ellos a nosotros mismos, como el insuficiente desarrollo del REF, la falta de una política energética, el fracaso escolar, la configuración autonómica, el sistema electoral, el retraso del nuevo Estatuto, etcétera. A modo de pulsión independentista, Rivero insinúa que con la con la Unión Europea (UE) estamos más o menos bien, pero no así con España, cuando nada sería posible con Europa si no fuera por intermediación española, que por cierto ha logrado para las Islas más de 15.000 millones de euros en ayudas desde 1982. Nuestras penalidades no se arreglan por la vía de las soluciones radicales, rupturistas y alocadas, sino merced al diálogo, la prudencia, el sentido común, la responsabilidad bien entendida y hasta la contención de las emociones y los prejuicios. De todo ello nace el entendimiento, la conciliación de intereses y la superación de los disensos, más aún en etapas de crisis económica y zozobra política. Lamentablemente, es precisamente ahí donde falla el presidente Rivero.