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¿Existen los extraterrestres? ¿Existe el final de esta crisis? Las preguntas se parecen cada vez más. Vivimos como si no existieran aquellos y acabaremos haciéndolo como si tampoco existiera esta, ni su fin. Se volverá costumbre, hábito, cultura. En el antiparaíso también se sobrevive. No es como exactamente el infierno, pero a la pregunta, ¿hay vida ahí fuera?, los más longevos (acaba de morir en Castrocontrigo, León, el más viejo de Europa, a los 111 años, que cuando era joven y pastor casi muere de frío) recuerdan sus guerras mundiales y civiles y responden, ¡bah!,¡qué preguntas! Así que, ¡bah!, sigamos remando.

El plan salvavidas de Draghi (el BCE, por fin, aprobó comprar bonos a quien pida rescate) ya funciona como efecto placebo, sin que medie la ayuda. Lo malo sería que se imponga la moda del ideologista, que amenaza acallar al ideólogo, como el ecologista al ecólogo: Cospedal resuelve cargarse a la mitad de sus diputados (“los más son malos”, decía Bías de Priene) y suprimirles a todos el sueldo. Por ese camino, entre vítores en la grada, está dictando una suerte de pedagogía antipolítica: la culpa es de las instituciones, y muerto el perro se acabó la rabia. De las grandes fortunas, ni pío, y los mercados son entes ilesos.

Hablemos de cine, que es solo cambiar de película, de política. El discurso de los actores. Clint Eatswood, sin querer, le hizo un flaco favor a Romney en la convención de Tampa. Le habló a un taburete vacío como si le hablara a Obama y dicen que sentó a gol en propia puerta. Bernanke, en Jackson Hole, era como un actor. Y Draghi en la rueda de prensa, y en el duelo con su Salieri, el cuarentoncito Weidmann pilotando el Bundesbank. Actores buenos y malos haciendo política ficción. Tippi Hedren, la actriz de Los Pájaros (la cinta cumple cincuenta años) cuenta que Hitchcock era “malvado, pervertido y peligroso”. ¿Qué contarán mañana, unos de otros, estos actores de la crisis, de los que hicieron el guión y movieron los hilos creyéndose Orson Welles en la Guerra de los Mundos?

Nos aguarda un otoño severo si entramos por el aro de Merkel (seguimos en el corredor del rescate). La austeridad mal entendida mimetiza el sadomasoquismo. De lo cual, ni Adam Smith, ni Keynes, el hombre es el marqués de Sade. Me vence el hedor ajeno a vanidad (en el fútbol y en la vida). Cuando para la gente corriente, el éxito (materialista) caducó (por falta de liquidez), el triunfador es el hombre discreto que ahorró en intimidad. Los focos pervierten al ser humano, como diría la rubia Hedren, nórdica, tierna y bella de ojos claros, que conocí en el Puerto de la Cruz, cuando aún no era la suegra de Banderas (y lo escribo a dos pasos de su Málaga natal).