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Presupuestos – Por Francisco Pomares

Lo ha dicho Román Rodríguez y es absolutamente cierto. Estos Presupuestos Generales del Estado “no se los cree nadie”, empezando por los propios mercados y la bolsa, que reaccionaron muy negativamente a su presentación, y siguiendo por los agentes sociales, los partidos políticos y las instituciones. Probablemente no se los cree ni el propio Montoro. Los presupuestos no son sólo una relación de los gastos que piensa hacer el Gobierno. A fuerza de hablar siempre de lo que se quita de los presupuestos, se nos olvida que lo más importante no es lo que se quita, sino lo que no entra. Desde que empezó la crisis, cada vez entra menos dinero en las arcas del Estado. Los presupuestos incorporan su relación de los ingresos previstos en base a las expectativas macroeconómicas, es decir, a cómo calcula el Gobierno que estará la economía española en 2013. Y es ahí dónde las previsiones del Gobierno son insensatamente optimistas. De hecho, están completamente fuera de la realidad. Los Presupuestos plantean un retroceso de la economía española para 2013 sólo en torno a medio punto porcentual del Producto Interior Bruto, cuando resulta que todos los analistas económicos (los españoles y los de los organismos económicos internacionales) consideran que el decrecimiento estará por encima del 1,3 por ciento. Con ese desfase entre lo que el Gobierno espera y lo que va a ocurrir, los Presupuestos se convierten prácticamente en papel mojado. Es algo parecido a lo que ya le ocurrió al Gobierno de Canarias hace unos meses, cuando planteó unos ingresos -fruto sobre todo de la aplicación de los nuevos impuestos a la economía que había antes- que nunca llegaron a producirse. El que esté libre de pecado, en fin, que tire la primera piedra. La pregunta es, entonces, evidente: si con unos presupuestos optimistas los recortes son ya salvajes… ¿dónde iremos a parar si no se cumplen las previsiones de ingresos del Gobierno? En los presupuestos actuales, tal y como están redactados, vuelve a bajar el dinero destinado a servicios sociales, sobre todo por la vía del recorte de las transferencias a las regiones, que son quienes gestionan la Sanidad y la Educación. Con estos presupuestos baja entre un ocho y un diez por ciento lo que llegará a las comunidades autónomas. Lo único que aumenta -¡y en un 25 por ciento!- es la cantidad de dinero dedicada a pagar la deuda externa. Si pudiera hacerse estaría bien: pero esto es apenas un brindis al sol de Ángela Merkel. Si la economía no crece lo que sólo el Gobierno cree que va a crecer, no va a poder hacerse frente a la deuda, ni a los servicios sociales, ni a la promesa de Rajoy de revalorizar el uno por ciento las pensiones. Con esta política de contención, dirigida a pagar la deuda, caiga lo que caiga, el país se está yendo al garete. Hace falta una política nueva, que pase por renegociar el tiempo en el que ha de pagarse la deuda, reparta mejor los sacrificios de la crisis y establezca incentivos públicos a la actividad económica y al empleo.