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Una promesa imprescindible > Nereida Castro Martín

Ayer, miembros del Patronato de Unicef España firmamos este texto en distintos medios de comunicación porque queremos llamar la atención sobre la mortalidad infantil, una problemática inaceptable en este siglo y que tiene una solución fácil: la apuesta continuada por el desarrollo. Es esa promesa a largo plazo la que ha conseguido durante las dos últimas décadas grandes logros en la lucha por derechos básicos como la supervivencia infantil. Unicef acaba de hacer públicos nuevos datos que muestran que el número de niños que ha muerto por causas evitables antes de su quinto cumpleaños se ha reducido en el 41% de 1990 a 2011. Solo el trabajo en desarrollo, día a día, año a año, basado en programas a largo plazo, consigue estos resultados.

Este balance de mortalidad infantil es un éxito sin precedentes, pero un éxito inacabado que se tiñe de fracaso si recordamos que todavía son 19.000 los niños que mueren cada día por neumonía, diarrea, complicaciones derivadas de la desnutrición, malaria y otras enfermedades que son prevenibles. En todos los países se pone de manifiesto que priorizar la inversión en supervivencia infantil se traduce en millones de vidas salvadas y en beneficios a medio y largo plazo para las sociedades, porque la apuesta por el desarrollo supone sentar las bases para generar recursos e infraestructuras y para cambiar costumbres que mejoran las condiciones de vida de las personas. Si nos adentramos en la letra pequeña descubrimos historias muy diversas, con un problema de fondo: la falta de equidad, la injusta desigualdad de oportunidades marcada por el lugar de nacimiento. En definitiva, las posibilidades que un niño tiene de sobrevivir son totalmente distintas dependiendo del país donde haya nacido, y dentro del país en función de la región, el barrio o el nivel de educación de sus padres. Este hecho, además de ser una violación de la Convención sobre los Derechos del Niño, es evitable. La buena noticia es que en este siglo, por primera vez en la historia, disponemos de los conocimientos, herramientas, tratamientos y tecnología que permiten salvar millones de vidas cada año a un coste muy bajo, y rentable en términos económicos. La mayoría de las muertes infantiles ocurren durante los primeros meses de vida y las posibilidades de un niño de sobrevivir aumentan exponencialmente si su madre goza de buena salud. Además, factores como las vacunas y los antibióticos, la asistencia en el parto o el tratamiento básico para evitar la deshidratación por diarrea son esenciales para avanzar en esta lucha. Pero no basta con intervenciones sanitarias. Gestos cotidianos como el lavado de manos o la lactancia materna son fundamentales para conseguir esos resultados, y la educación. Estos cambios solo son posibles si mantenemos la promesa imprescindible del trabajo por el desarrollo. Podemos y debemos reducir las muertes infantiles de forma radical. Lo que hace falta es un esfuerzo concertado para asegurar que todos los niños puedan vivir y desarrollarse. Por este motivo, hemos puesto en marcha la iniciativa mundial Una promesa renovada, un llamamiento a gobiernos, organizaciones sociales y religiosas, sector privado y ciudadanos, para que todos nos unamos en el objetivo de dar a cada niño el mejor comienzo posible en la vida. Son ya muchos los gobiernos que se han comprometido, incluido el español. También organizaciones. En unos días arranca la Asamblea General de Naciones Unidas y esperamos que allí, uno tras otro, los gobiernos del mundo aprovechen para ratificar y materializar el compromiso.

*Presidenta de Unicef en el Comité de Canarias