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Puertos y pleitos > Rafael Muñoz Abad

Erase una vez la historia de dos puertos. El más occidental hacia tiempo ya que había visto pasar sus días de gloria para convertirse en un fósil portuario y malvivir de una vaciedad llamada cruceros; de las migajas de su vecino; y obligado a ver en una finca de Granadilla la única solución a sus males. Un Monet portuario recuerdo de los días en que los grandes portacontenedores oceánicos llamaban a sus atraques. El reino de Europa seleccionaba por aquel entonces su red de transportes. Y recuerdo de aquella Liga hanseática, exigió los libros de cuentas de ambos puertos para sólo enrolar al más oriental; pues el más occidental, siempre estaba vacío y no tenía sentido su inclusión. No le servía. Los reyezuelos clamaron. La trama de Lo nuestro se movilizó; esa que precisamente tanto mal ha hecho a lo nuestro. La zoología política creo la asamblea La Isla se mueve para defender a la criatura que todos intencionada y premeditadamente durante años habían dejado morir. A la par, confabulaban la creación de otro puerto que no era necesario. Todo un sainete. El gobernador liliputiense consultó a su amo y roznó. Amenazó con que se reabriría El pleito y que a cualquier precio debía de incluirse su embarcadero en la red europea. Mientras tanto, el puerto oriental crecía y enriquecía a su ciudad, que con él se volcaba. Todo un idilio. El puerto occidental se convirtió en el más grande del mundo conocido pues siempre estaba vacío; nunca se “terminaba” de llenar; ¿era tan grande?; tanto como la ineptitud de sus apoderados. En plena cultura del pelotazo urbanístico y la especulación, el reparto de Granadilla se presentó como la oscura solución a la famélica estampa del puerto capitalino. Criatura que aún es recuperable y que nunca ha sido realmente explotada para beneficio de su vecindario. Los medios fueron censurados. Se les prohibió contar como el puerto vecino recibía industria off shore que generaba empleo y riqueza a sus ciudadanos; se ocultó que las dársenas para contenedores del puerto más occidental nunca terminaban de llenarse por lo que no había razón para una nueva criatura; se contaron argucias acerca de la imposibilidad de su ampliación; y es que el cochino que se cocinaba en Granadilla, era demasiado suculento; se veló el porqué los grandes buques emigraron al puerto vecino; se ocultó mucho. Y hasta aquí les voy a leer, pues ahora se recitan disparates y mentiras acerca de lo importante que es para Europa un puerto vacio; invitándoles a que consulten las estadísticas, que gracias a dios son públicas y no las pueden censurar; y sobre todo, a que observen el puerto occidental para que sean dueños de sus propias conclusiones. Los puertos hablan por su tráfico y volumen y no por la recogida de firmas, que en tal caso, debería ser para que algunos se vayan de una vez.

*Doctor en Marina Civil.
veld1973@gmail.com.