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Reformas > Alfonso González Jerez

Asier Antona ha advertido que el PP canario se convertirá en el adalid de la reforma de la Administración autonómica. Es incomprensible que un político tan ambicioso como Antona se haya mostrado tan modesto, porque, puestos a trazarse grandes metas, el PP canario podría convencer e impulsar la reforma de la Administración del Estado que Mariano Rajoy y su Gobierno no han siquiera iniciado. Antona y sus cuates deberían plantarse en la sede central del PP y encadenarse con suéteres lacoste hasta que el presidente Rajoy abandonara el diván donde se psicoanaliza a sí mismo (otros comentan que solo duerme la siesta) y se pusiera a reformar el Estado. Pero no: el joven Antona quiere reformar, sencillamente, la Administración autonómica. En realidad el PP no quiere tampoco eso: lo de la reforma administrativa es una excusa para repetir una y otra vez que Paulino Rivero no quiere tocarla para no desenchufar a miles de desaprensivos. Al Partido Popular, en vista de la espantosa situación económica y social del país que gobierna y empobrece Rajoy cada día, le quedan pocas estratagemas políticas y retóricas en el Archipiélago: la reforma de la Administración pública canaria, la pueril y a la vez artera historieta de las prospecciones de Repsol y su cornucopia de leche y miel, el pecaminoso ayuntamiento coalicionero con los socialistas, culpables de todo lo imaginable, perdedores, ineficaces, tristes, solitarios y finales. Por eso, porque se trata de una simple excusa derogatoria, Asier y sus compañeros confunden sistemáticamente (y todo sea dicho, sin mayor preocupación) la reducción del organigrama político del Gobierno con la reforma de la Administración de la Comunidad autonómica. Hace cerca de un año, al principio de su segundo mandato, Paulino Rivero decidió que lo mejor para proceder a una reforma de la Administración autonómica consistía, faltaría más, en crear una comisión de estudio. Se me antojó escandaloso: un partido, un gobierno y un presidente deben tener claro -después de treinta años de desarrollo autonómico, la mitad bajo gobiernos coalicioneros- su modelo reformista. Según un viejo proverbio inglés, el camello es el resultado de una comisión gubernamental a la que se le encargó diseñar un caballo, pero, en esta ocasión, ni siquiera se puede hablar de fracaso. La comisión fue finiquitada de un plumazo por el jefe del Ejecutivo y Fernando Ríos Rull se quedó, como ya es costumbre, colgando de una brocha seca y apelmazada. Ni una sola explicación presidencial al respecto. Ni la más modesta información a los ciudadanos. Ni un comentario de los comisionados. Entre la pirotecnia mercachifle del PP y los caprichos olímpicos de Rivero la reforma Administración autonómica quedará bajo el albur de las profecías mayas.

@AlfonsoGonzlezJ