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Sueños rotos

El terrorismo de ‘enguarrarlo’ todo. En el entorno del barranco de Santos, sección barrio de Duggi, y el parque Viera y Clavijo, o lo que queda de él, justo por el puente que cruza la citada cuenca, el paisaje es desolador: por los destrozos, las pintadas burdas, bastas e impresentables…; por la destrucción integral visible. | DA



ROMÁN DELGADO
| Santa Cruz de Tenerife

Parecía que toda la población de la capital tinerfeña era gente 10; parecía que el Ayuntamiento de Santa Cruz estaba por la labor de evitar el deterioro de todos los espacios públicos locales, y parecía que la localidad urbana más importante de la Isla y la segunda ciudad de Canarias poco o nada tenía que ver con lo tradicional en algunas áreas urbanas de países subdesarrollados… Todo esto, tal y como demuestran las fotos de este reportaje (del martes 11 de septiembre, por la mañana, que poco después hubo limpieza, pero por el aire), es falso; es mentira…

Y es que muchos residentes en la capital, seguro que demasiados, mantienen actitudes incívicas y ensucian lo que pueden. Y hay más: pasean sus perros por espacios con la marca de prohibido. Por si fuera poco, destruyen y destruyen; pintan y repitan; hacen sus necesidades por doquier. Y con todo esto afean los espacios de uso público; los convierten en vertederos incontrolados, en zonas insalubres…

Así se construyen en el centro de la ciudad auténticos chiqueros, y hay una devaluación del medio que pide socorro segundo a segundo, aunque parece que todos, ciudadanos que transitan a diario el lugar y la misma autoridad, miran a otro lado. Y así nos va… Santa Cruz, en el barranco de Santos, por Duggi, y en el parque Viera y Clavijo, da lástima… Pero no pasa nada. ¿Dónde están los gestores? ¿Dónde la seguridad? ¿Y la limpieza de verdad? No somos gente 10. Si aún así lo creen, pasen y vean…

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El centro del olvido

Botellón junto a quiosco y con ‘barra libre’. Es lo bueno que tiene la placita del barranco de Santos en Duggi, donde el quiosco que hace días estaba cerrado ahora se halla abierto de par en par (lo arreglaron el miércoles o jueves), arropado por la sombra de dos árboles. En esa placita, con quiosco ya desarmado y bancos llenos de basura, de restos del convite, casi todos los viernes y sábados por la noche hay fiesta. Y bien que lo saben los vecinos. La basura generada no se recoge, que más fácil es tirarla al lecho del barranco.

La joya de la corona no para de llorar. Y lo que le queda. El resultado de la rehabilitación del barranco, que casi no se termina y que fue un plan público muy costoso, hay que verlo en estos días: grafitis, heces, basura, orines, deterioro… En fin, demasiado subdesarrollo.

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