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Tensión independentista – Por Fernando Fernández

El 25 de septiembre de 2011 publiqué aquí una columna que titulé Herencia de un septenio, del que extraigo dos párrafos: “(…) Mas grave que la herencia económica y social es el estropicio causado en los difíciles equilibrios alcanzados durante la Transición sobre lo que Ortega llamó la cuestión territorial de España. (…) El empobrecimiento de España, una generación de jóvenes perdida (…) y el rompecabezas en que ha convertido nuestro estado autonómico son los más graves pecados que heredamos de Zapatero”. Un año después, la multitudinaria manifestación de la Diada nacional el 11 de septiembre y las declaraciones de Arturo Mas en sus recientes visitas a Madrid, han servido para proclamar sin eufemismo que aspiran a lograr la independencia de Cataluña.

Han corrido y correrán ríos de tinta, hasta que Mas decida adelantar las elecciones autonómicas en Cataluña, conozcamos su programa electoral y los resultados de esos comicios. En mi opinión, Rajoy ha respondido con la templaza y prudencia necesarias en un momento decisivo, cuando avistamos el inicio de la recuperación económica de España, que puede verse ensombrecida por el envite catalán. Ha afrontado esta difícil situación con mas acierto que el mostrado a propósito de la liberación de ese preso etarra, dicen que en fase terminal, y con lo que pueda ocurrir tras las elecciones vascas el 21 de octubre. Pero este es otro problema y conviene no mezclarlos. La prensa ha tratado el conflicto abierto en Cataluña con la importancia que tiene y aquí en el Diario hemos leído numerosas opiniones. Pero conviene mirar más allá de lo inmediato. España y su Gobierno enfrentan un problema, si. Pero quien se ha metido en un lío del que veremos como sale es Arturo Mas, que podría ser víctima de su aventurerismo. Recuerden qué ha sido de Ibarreche. En estos días, la lectura de la prensa madrileña puede resultar hasta interesante, pero mas allá de sus sesudos análisis y de la ocurrente portada de ABC, reproduciendo un dibujo del genial Mingote en su edición del día 13 último, recomiendo la sosegada lectura de la prensa catalana, especialmente un extenso trabajo publicado en La Vanguardia el mismo día 13, “un análisis realista acerca de las repercusiones sobre la economía catalana de una posible independencia de Cataluña”. La conclusión ilustra hacia donde puede conducir la apuesta independentista que han hecho los (algunos) catalanes. Cataluña, con una población de siete millones, algo mas de la mitad que la de Grecia o Portugal, una economía en quiebra, con una prima de riesgo similar a la de ambos países y sus fuentes de financiación cerradas durante mucho tiempo, se enfrentaría a años de decadencia y conflictos sociales; conviene recordar que es una minoría de su población la que se siente exclusivamente catalana. Desde aquella fecha, ni un solo día he dejado de percibir el desasosiego y las incertidumbres expresadas por la burguesia catalana, empresarios, comerciantes e industriales, para quienes ya se sabe que la pela es la pela. Es el caso de nuestras provincias vascongadas, con dos millones de habitantes, los mismos que Eslovenia; y ambas, Cataluña y Vasconia, fuera de la Unión Europea, de la zona euro, sin libre acceso a sus mercados y, en el mejor de los casos, con largos procesos de negociación para lograr su integración, si es que no son vetados. O sea…que el Presidente Rivero debería no jugar con fuego, porque corre el riesgo de verse solo, colgado de una brocha, sin escalera y camino del Archipiélago de Cabo Verde.