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Teoría y práctica > Jorge Bethencourt

Cuando el PP era un partido liberal, en la melancolía de la oposición, sostenía el principio de que para salir de la crisis era necesario activar la economía. Más allá del problema del déficit, el gasto y la deuda, el gran problema de España era el estancamiento del crecimiento económico.

Para salvar al enfermo había que tomar medidas radicales. Debía bajarse la presión fiscal sobre las pequeñas y medianas empresas y las cargas tributarias sobre el trabajo. Había que dejar más dinero en el bolsillo de las familias, para estimular el consumo, la compra de bienes y servicios. Había que abaratar los costos de las empresas (como salarios y energía) para aumentar nuestra competitividad y aumentar las exportaciones.

Cuando la lechera llegó a La Moncloa toda esa teoría se fue a hacer puñetas. A Rajoy le dijeron que había que pagar las nóminas de esos tres millones y medios de personas que trabajan para la Administración pública. Y los gastos de los doscientos a cuatrocientos mil cargos públicos (aún no se sabe la cifra exacta) que saturan las instituciones y organismos y empresas públicas. Y las pensiones. Y el seguro de desempleo. Y el costo de la deuda… El cántaro de la economía se fue al suelo y Rajoy decidió subir los impuestos. O lo que es lo mismo, tratar al enfermo con sangre extraída de su propio cuerpo. Más de lo mismo. Y España, con el mismo tratamiento, ha seguido degradándose en un enfriamiento económico que no parece haber tocado fondo.

El discurso de que saldremos de esta crisis a base de austeridad y sacrificios es sólo una parte de la verdad. Si seguimos pidiendo créditos para pagar lo que debemos; si seguimos gastando más de lo que ingresamos… estaremos locos como cabras. Pero desangrar a los contribuyentes españoles y cargar la economía con una fiscalidad excesiva no puede estar al servicio de seguir manteniendo una estructura de gasto público que está devorando los recursos que necesita la sociedad civil.

Debilitar al enfermo con sanguijuelas no contribuye a su curación. Uno de los graves problemas del país es que tiene que pagar lo que debe. Eso sólo se consigue gastando menos e ingresando más. Y los ingresos sólo pueden conseguirse en una economía sana, con sectores productivos eficientes, que muevan el consumo y paguen impuestos. Ordeñar una vaca cada vez más flaca supone obtener cada vez menos leche.

El final de este proceso lo entiende cualquiera. Menos los ordeñadores, prisioneros de las urgencias de cobrar para mantener un poco más la granja, aunque sea al precio de matar las vacas.

@JLBethencourt