ESTO NO SE COBRA >

Tonterías > Cristina García Maffiotte

Nada como tres semanas de autoimpuesta oscuridad informativa solo rota por algunas frases sueltas escuchadas en alguna radio a lo lejos o leídas por encima en el periódico que tenía el de la hamaca de al lado, para sentir que realmente estás de vacaciones.

Pero llega un día en el que te das de bruces con la realidad. Enciendes la radio y te empapas de periódicos y noticias atrasados. Vacías el correo lleno a reventar de alertas de Google sobre los temas que sigues habitualmente y después de esa sobredosis informativa, llegas a la conclusión de que vives en el reino de la tontería. Al margen del horrible suceso que convirtió a casi todos los españoles en especialistas forenses (qué daño ha hecho a este país CSI), y del fuego que arrasó La Gomera, La Palma y parte de Tenerife y que además de hacer desaparecer el verde del paisaje también convirtió el campo de fútbol en unidad de medida, desterrando para siempre la apañadita hectárea, los periódicos y las radios se llenaron de horas y horas de intrascendencias. Como todos los veranos, sí, pero en esta ocasión más de lo habitual. Como ese empecinamiento en llamar ola de calor a lo que siempre se llamó verano y que tuvo su culmen el día que un locutor señaló que se iban a alcanzar los ¡35 grados! en Santa Cruz de Tenerife como quien anuncia el Apocalipsis; haciendo un llamamiento a la población para que no saliera a la calle y bebiera muchos líquidos sin darse cuenta de que sus oyentes sudaban pero no por el calor, sino por la vergüenza ajena.

Pero las tonterías no solo son para el verano. Las teles, radios y periódicos, lejos de iniciar septiembre recuperando el periodismo como brújula, prefirieron reincorporarse a la realidad dedicando horas y horas a presentar entre fuegos artificiales sus novedades para la nueva temporada. Convertir en noticia lo que siempre fueron autopromos, hablando de nuevos espacios y nuevos enfoques es una magada. Y hacerlo, además, sin una mínima referencia al holocausto que vive esta profesión; a los despidos, a los huecos sin cubrir que quedan en las redacciones, a las voces que no volveremos a escuchar, ni a las firmas que no volveremos a leer, a la dolorosa realidad de esta profesión tan necesaria para mantener la salud de nuestra endeble democracia es, además de una magada, una tontería. La tontería de pensar que cerrar los ojos a una realidad hace que ésta desaparezca.