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Los trajes – Por Tomás Cano

Cuando creíamos que éramos alguien, utilizábamos trajes y corbatas, con nombres italianos, caminábamos derechos, con la cabeza altiva mirando al mundo de frente. La vanidad viajaba encorsetada en nuestro traje hecho a mano o pret a porter. Hoy nos encontramos en actos sociales, o simplemente en restaurantes, la calle o la iglesia, y llevamos en la mayoría de los casos los mismos trajes que llevábamos veinte, quince o diez años atrás. Ya no realzan nuestros cuerpos llenos de vanidad, de juventud, de ilusión de fuerza, de espíritu, de sacrificio. Las chaquetas nos vienen anchas, la sisa se ha perdido, andamos encorvados, nuestra chaqueta, nos queda torcida, nuestras manos no están cerradas sino abiertas. Intentamos ignorar nuestra propia decadencia, llevarla dignamente, pero nuestros trajes nos traicionan; son los mismos, pero nosotros no.