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La aldea mental> Por Jorge Bethencourt

Vaya tropa que tenemos. Un órgano del que nadie sabía nada, uno de esos centenares de organismos perfectamente inútiles donde se entierra el dinero de los idiotas que seguimos pagando impuestos, ha emergido de la oscuridad gracias a un exceso verbal de su presidente. El Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior (detrás de cualquier mato salta un conejo y detrás de cualquier gobierno mil consejos) celebraba una reunión con su flamante presidente al timón de tan importante organismo cuando, al parecer, la criatura, de apellido Costelao, soltó una de esas frases lapidarias: “Las leyes, como las mujeres, están para violarlas”. Que un hombre piense así traspasa las fronteras de la repugnancia intelectual y hace dudar seriamente de que absolutamente todos tengamos una madre. Pero que además lo diga en un organismo público se convierte en un viaje hiperlumínico hacia los más remotos confines de la estupidez.
Me revienta el feminismo que emula, desde el otro lado, al machismo. Pero los excesos de las mujeres -incluso los verbales- pueden encontrar justificación en tantos y tantos años en los que han sido excluidas de un mundo de libertades, desarrollos personales y poder que siempre estuvieron en manos de los hombres. Que en pleno siglo XXI existan hombres de un pelaje tal que puedan formular una frase tan bestial, tan repugnante a la razón asexuada y tan cavernícola, no puede ser descrito con ningún lenguaje.
El señor Costelao ha presentado su dimisión “por razones personales”. Lo habían elegido apenas un día antes con lo que efímero mandato seguramente establecerá algún récord en nuestro país. Breve, pero intenso. Supongo que, por muy calvo que sea, se estará tirando ahora mismo de los pelos de las orejas. Su nombre y su horrorosa frase lapidaria (nunca mejor dicho) se perderá velozmente devorada por la actualidad de la crisis, los rescates y todas estas miserias cenagosas en las que nos arrastramos día tras día. El Partido Popular, al que pertenece, le echará de malas maneras.Y en unos días nos habremos olvidado de él.
Pero sus palabras nos demuestran, con hechos, que aún no hemos aceptado que somos cerebros en cuerpos distintos. Personas diferentes. El desprecio por los supuestos inferiores, por su sexo, por su raza, por su color o su pobreza, tiene aún sus raíces hundidas en el imaginario de gente que habita en el ciberespacio de una aldea global, el imperio de la tecnología y la modernidad. Pero que en el meollo del cerebro, del pensamiento, de la cultura y de la razón, siguen siendo una puñetera aldea de la prehistoria. Y encima mandan.

@JLBethencourt