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Amanecer – Por Alfonso González Jerez

Están cómodamente instalados en la angustia, la decepción, la indignación? Pues abróchense los cinturones, porque esto acaba de empezar después de tres años de pruebas y ya está a punto de adoquinarse la carretera al infierno con sus propios riñones. La memoria, que es caprichosa pero tiene sus leyes inextricables, me lleva al cine, quizás porque el cine de catástrofes siempre nos acostumbró a un relato en el que la quiebra, el hundimiento, la suspensión definitiva y mortífera de la normalidad partía de un suceso repentino sobre el cual apenas quedaban días, horas o minutos de discusión: una guerra atómica, un virus letal, un meteorito puñeteramente certero. No es así, no será así. Somos al mismo tiempo víctimas y espectadores de nuestro holocausto, que se amasa con la paciencia, la insistencia y hasta la cruel ternura con que se aprieta y golpea, antes de introducirla en el horno, una barra de pan. Usted, desempleado y aterrado, se cree un zombi, pero está confundido: todavía no le han devorado. Insistiendo en el género de terror, una entretenida novelucha, Guerra Mundial Z, inventa una patología particularmente simpática: el sujeto que se cree un zombi y sale de su casa para atacar a mordiscos a sus conciudadanos. Eso ya está empezando a ocurrir. Gente que cree que está pudriéndose cuando apenas le ha tocado la cangrena y que se abalanza sobre otros mientras ruge sus estrecheces, sus ansiedades, su furia estéril pero incontenible. La comunidades autonómicas piden financiación extraordinaria -un golpe al autogobierno del Archipiélago- y el Estado español solicitará un rescate formal antes del próximo invierno. Después de la tala feroz en los recursos presupuestarios dedicados a la sanidad, la educación y los servicios sociales, España gastará este año alrededor de un 20% más de lo que ingresará y deberá enfrentarse en 2013 con necesidades de refinanciación superiores a los 200.000 millones de euros. Su futuro pasa por endeudarse durante generaciones y transformase en una suerte de Portugal bis, y en ese tránsito morirá gente en la calle, se condenará a los jóvenes y adolescentes a una vida menesterosa, quedará anulada estructuralmente cualquier redistribución de la riqueza y nuestras instituciones se transformarán: de una democracia parlamentaria malherida y prostibularia se pasará a un Estado cautivo y a la vez mamporrero que vivirá por y para la crisis permanente.

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