Dicen que Diógenes de Sínope, el Cínico, solía andar con una candela a plena luz del día por las calles de la antigua Atenas, y cuando alguien le preguntaba porque hacía semejante tontería, contestaba impúdico: “Busco a un hombre honesto”.

En estos tiempos que corren Diógenes, que de vivir en nuestra época no llevaría en su mano una lámpara de aceite, más bien un smartphone con linterna LED, se moriría aún más del asco -y no lo digo con segundas-…

Puestos a seguir con el símil, habría que encontrar, no sé si utilizando uno de esos enormes focos que se ubican en los estadios de fútbol, a un ciudadano que verdaderamente crea en estos momentos de recesión en los que nos gobiernan.

Esta misma semana el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) arrojaba un dato impepinable: uno de cada cuatro españoles, un 26,9 %, ve como “un problema” para España a la actual clase política, el índice más alto de la serie histórica de este sondeo. Y días atrás, una encuesta de Metroscopia para El País ahondaba todavía más en estas cuestiones.

La política y los políticos están en horas bajas. La crisis aprieta, los problemas se acumulan y las soluciones no llegan; y lejos de salir de la más oscura oquedad mirlos blancos, cabezas pensantes y líderes con carisma, nos hallamos ante un terreno reseco, casi baldío, donde el estancamiento pulula por doquier.

Pero qué podemos esperar de un país en el que la renovación política significa recolocación, y que asiste impávido a que generaciones que han nacido bajo el paraguas de la democracia o en los últimos suspiros del franquismo aún no hayan tomado el relevo real en la toma de decisiones, con nuevas ideas o, simplemente, distintas.

Me imagino a un moderno Diógenes vagando por la calle, portando una luz, y contestándole a un transeúnte eso de: “Busco a un político con la suficiente talla para salir de esto”. Y la vela, digo el smartphone con linterna LED, se apagaría de inmediato…