Me dirijo a todos ustedes, a los que han hecho de la política la profesión de su vida garantizándose no sólo un ostentoso salario, sino que al final de la carrera política acumulan un patrimonio que jamás hubieran logrado trabajando por cuenta ajena o en la empresa privada. Y hablo con conocimiento de causa. Conocí a uno que antes de entrar en política vendía cuadros y sartenes a domicilio, y ahora lleva más de treinta años ejerciendo en política, y hoy es uno de los terratenientes del municipio, con buenas casas y familia enchufada. Esta breva de la política es tan golosa que los hay que tienen sentencia condenatoria y siguen en el cargo, con apoyos solidarios incluidos. Pues a todos ustedes quiero decirles que son unos distinguidos en comparación con el paro, hambre y miseria que asola al pueblo.
Soy uno de los seis millones de parados, casado y con tres hijos pequeños. Saben ustedes, señores políticos, de qué vivo: de la limosna de 426 euros al mes. Mi mujer ha conseguido cuatro horas cada quince días trabajando en una casa. Yo esporádicamente descargo camiones de hierro, por lo que me pagan doce euros por cada camión que descargo, sobre unos ocho al mes. Les aseguro que ni yo ni los seis millones de parados, ni las familias, pensamos que de la crisis se sale por arte de magia y sin el esfuerzo de todos, tal y como piensa la derechona. Dicen estos fachas que nos cruzamos de brazos esperando que “papá Estado” nos saque del agujero: ¿y quién, si no, ha de sacarnos y crear las condiciones para que la economía y las empresas no se hundan? Y la última de las acusaciones proveniente del fascismo puro y duro es que los parados hemos perdido valores como “el trabajo, la responsabilidad y la tenacidad”. Mentes enfermas y retrógradas.
Mi mayor deseo y esperanza es poder volver a dar un mínimo de bienestar a mi esposa y a mis tres hijos; ¿saben cómo?, levantándome cada mañana a las cinco y media, tal y como lo hacía hace dos años y medio, para acudir al trabajo. ¡Petardos!

juanguanche@telefonica.net