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Condena> Por Alfonso González Jerez

No tengo paciencia por conocer los resultados de la conferencia de presidentes de comunidades autonómicas con el jefe del Gobierno central a la churrigueresca sombra de la Corona. Imagino que Paulino Rivero saldrá diciendo algo, que se han escuchado los argumentos del Ejecutivo canario o alguna nimiedad por el estilo. Es inútil. Los presidentes acuden a tales conferencias como Ana Obregón a su tradicional posado veraniego a la orilla del mar, y como en el caso de Ana Obregón, el público ha perdido todo interés en ese acontecimiento. En este país se está planteando abiertamente la secesión de una comunidad autonómica, se están colapsando los servicios públicos, el desempleo supera las 4.700.000 personas y las instituciones democráticas se hunden en un desprestigio cada vez más generalizado, y al terminar la reunión, Mariano Rajoy anuncia, inspirado como siempre en la lucidez relampagueante de Barrio Sésamo, su manual político de cabecera: “He sido una reunión importante porque hemos hablado de las cosas importantes”. Creo que Epi y Blas no asistieron. Alguien debería preguntar por qué. El proyecto de presupuestos generales para 2013 supone una catástrofe para Canarias. Una catástrofe sin paliativos. Dentro de unos meses ya no bastará con cerrar algunas plantas y quirófanos en los centros hospitalarios, clausurar escuelas unitarias o suprimir el transporte o los comedores escolares: toda esa cosmética jarrapellejos que el Gobierno autónomo ha empleado para insistir en que los denominados “servicios sociales básicos” no han sido afectados por las agónicas miserias presupuestarias. El Gobierno español se reserva con una cláusula la continuidad de las bonificaciones aéreas a los residentes, aniquila casi toda la inversión pública, suprime incluso hasta el último euro de subvenciones a la producción de agua desalada, y eso en un territorio que antes de finalizar el año soportará una tasa de paro muy cercana al 35% de la población activa (la mayor de la Unión Europea) y con más de 100.000 isleños que no reciben ningún subsidio para sobrevivir. Es una condena en papel del Estado a la desertización económica, al hundimiento en la desesperanza, a la ruptura de la cohesión social, al aumento de la criminalidad, la miseria y la exclusión, a la pérdida de toda una generación de jóvenes canarios, a la emigración y al fracaso mismo del modelo autonómico. Y nos callamos. No sé si somos una mayoría silenciosa, pero una mayoría imbécil, desde luego que sí.