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Consulte el censo, por favor

FÁTIMA HERNÁNDEZ | Santa Cruz de Tenerife

Los océanos son grandes desconocidos, aunque pudiera parecer lo contrario porque se supone que lo sabemos todo al haber indagado muchísimo en ellos. Por eso, cada día nos sorprendemos con noticias nuevas, relacionadas con descubrimientos de especies, hallazgos de comunidades, detección de fenómenos curiosos o bien el propio medio -colérico- nos muestra furibundo que es implacable cuando quiere y los elementos se conjugan a su favor de manera precisa.

Recordemos que la expedición Challenger, allá por 1872, una fecha no tan distante en el tiempo, marcó el inicio de la oceanografía y, por tanto, el momento en que el hombre comienza a contabilizar cuánta vida se esconde en las aguas. En esa expedición se catalogaron casi cinco mil especies, cifra elevada aunque no tanto si tenemos en cuenta que nada era conocido y la campaña duró cuatro años, que no es poco. El buque HMS Challenger salió de Porstmouth (21 de diciembre de 1872) en un viaje que lo llevó a dar la vuelta al mundo, atravesando ocho veces el Ecuador, hasta los hielos antárticos; y a lo largo de 68.000 millas náuticas durante mil días en el mar. La corbeta, de tres mástiles con vapor auxiliar y una tripulación de 243 hombres, transportaba un equipo de científicos al mando del profesor W. Thompson. El viaje del Challenger fue una expedición pionera de enorme importancia, auspiciado por el gobierno británico y organizado por la Royal Society en colaboración con la Universidad de Edimburgo.

El ambicioso objetivo del viaje era cartografiar las profundidades, el movimiento y el contenido de los mares, explorar los océanos en busca de organismos marinos, pistas de fenómenos climáticos y minerales… Se determinó la profundidad oceánica media y el flujo de agua del mar Mediterráneo al océano Atlántico. Asimismo, confirmaron la existencia de vida incluso en las profundidades abisales. La campaña Challenger, en suma, recogió abundantes datos biológicos, físicos y químicos, siendo la primera en acometer un estudio multidisciplinar de las aguas y explorar las profundidades oceánicas, ya que hasta entonces la investigación se había limitado a la superficie.

Hay que tener en cuenta que el medio marino es diferente al terrestre, por tanto, su diversidad biológica es, asimismo, muy distinta tanto en composición como en estructura y funcionamiento. La elevada densidad del agua permite la vida en suspensión (plancton) con un gasto bajo de energía, facilitando al tiempo que el agua transporte en su seno una gran cantidad de alimento.

No obstante, la mayoría de las especies se han adaptado a la vida sésil (fija al sustrato o fondo) y otras se ven obligadas a desplazarse para obtener alimento. Muchas de las especies marinas son bentónicas (vinculadas al fondo), y una gran proporción (más del 70%) poseen larvas planctónicas -flotantes- (Templado, 2004), lo que permite una gran capacidad de dispersión.

Sabido es que en el medio terrestre se conocen más de 1.300.000 especies animales y 350.000 de plantas, mientras que en el mar se han censado solo 250.000 especies, tanto animales como vegetales. Esta desproporción entre el medio terrestre y el marino se debe fundamentalmente, entre otras muchas cuestiones, a dos grupos de organismos: los insectos en el reino animal y las plantas fanerógamas en el vegetal. Ambos grupos, en especial el primero, comprenden la mayor parte de las especies pluricelulares.

Hay que recordar que los insectos están casi ausentes del medio marino, salvo el caso del género Halobates y algunas larvas de dípteros (presentes solo en la película superficial), y que las fanerógamas invadieron el medio marino adaptándose a ocupar vastas extensiones sobre sustratos blandos en aguas someras de plataformas continentales. Pero, aun ocupando estas amplias zonas y constituyendo uno de los principales ecosistemas marinos litorales, no llegan al medio centenar de especies.

De los 35 grandes grupos que se conocen dentro del Reino Animal, solo dos de ellos son exclusivos del medio terrestre (pentastómidos -parásitos en vertebrados- y onicóforos -típicos de ambientes húmedos tropicales). Además de acuerdo con Templado et al. (2010), los 33 filos restantes tienen representación en el medio marino, siendo 16 exclusivos de este medio y nueve mayoritarios en él. Con objeto de paliar la evidente carencia de información, en el año 2000 comenzó a desarrollarse el macroproyecto internacional llamado Census of Marine Life, cuyo objetivo era evaluar y explicar la diversidad, distribución y abundancia de la vida marina. Se organizaron más de 540 expediciones y 2.700 científicos de más de 80 países -directa o indirectamente- reunieron, aumentaron y organizaron los conocimientos sobre la vida en los océanos.

Como resultado del trabajo, el Censo (finales de 2010) encontró que el fitoplancton ha disminuido, de acuerdo con observaciones indirectas desde 1899; que el alimento (=nieve marina) que cae desde aguas superficiales hasta profundidad controla los seres del fondo. Además, el proyecto documentó un océano cambiante, con mayor diversidad, conectado mediante la distribución y los movimientos, afectado por la acción humana y (como no me canso de repetir), más ignoto de lo que pensábamos.

El Censo multiplicó el número de expertos, desarrolló y propagó tecnologías para descubrir y supervisar, mejoró el acceso a los datos e informó de la toma de decisiones para la conservación de regiones y especies marinas. Incluso encontró formas de vida en todo lugar, hasta en aquellos donde existían elevadísimas temperaturas, el agua se congela y la luz y el oxígeno escasean. Marcó rutas migratorias. Descubrió, en aguas profundas y el lecho marino, patrones de vida y definió provincias y clasificaciones nuevas.

Pero de un porcentaje importante del volumen del océano no se tienen aún registros y para algunas áreas muy extensas se conoce prácticamente nada. El proyecto dedujo que la mayoría de vida marina es microbiana (casi el 90%), aun cuando conocemos menos de lo pequeño que lo grande, es decir, el conocimiento está inversamente relacionado con el tamaño. Los legados del Censo (puntos de referencia de conocimiento, la cascada de tecnología nueva, la colaboración internacional) prometen más beneficios para la humanidad y los océanos ¿Todavía no ha consultado usted el Censo? … a qué espera, hágalo por favor.

Fátima Hernández es Bióloga. Conservadora marina del Museo de la Naturaleza y el Hombre del OAMC