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Cosas de familia – Por José Miguel González Hernández

Como decimos a menudo los economistas, supongamos que la empresa para la que trabaja le adeuda varias nóminas o, por el contrario, usted, simplemente, ha tenido un comportamiento disperso en los últimos meses con el dinero que tenía, y su ahorro se le ha esfumado a pasos agigantados. O suponga que ha decidido en su empresa reducir de forma drástica sus gastos y parte de la inversión para controlar el déficit presupuestario por el que estaba atravesando pero que, a su vez, ha originado que su cartera de pedidos se desfonde, debido a que ha estresado sobremanera su actividad comercial de promoción de su negocio y, en lugar de sanear las cuentas, resulta que las ha hundido más y, por lo tanto, ocasiona tensiones en su liquidez que le provocan que, de manera urgente, necesite disponible para atender el pago de los acreedores. Es ahí donde se acude a solicitar financiación ajena. Es decir, nos endeudamos, aunque se debería hacer al ritmo necesario para poder devolverlo, claro está, estando estimada dicha cifra en el 30% de la renta total.

No obstante, si con la deuda no promociona más su negocio, se apalancará financieramente, entrando en un complicado círculo vicioso del que sólo nos despierta la absoluta insolvencia. Lo que vulgarmente se conoce como entramparse. Pero sigamos suponiendo cosas. Supongamos, por ejemplo que todavía las entidades financieras siguen prestando dinero. En este caso, cuando una persona acude a una de ellas, con el fin de solicitar un préstamo personal, por ejemplo de cinco mil euros, el banco le impone una serie de condicionamientos económicos que garanticen su solvencia a la hora de devolver lo pedido. Se le impone un plazo y una cuantía en función del tipo de interés que el mercado establece y luego unas coberturas en forma de avales que aseguren el cobro. Es decir, nos encontramos ante un producto financiero determinado en el que no hay condiciones en el uso de ese dinero. Se lo puede gastar en lo que quiera. En viajes, en muebles, en electrodomésticos, en vehículos, en fiestas… Pero cuando la misma persona le pide a su madre los cinco mil euros, lo primero que le pregunta la madre no es cómo se lo va a devolver (a lo mejor, ni siquiera debe hacerlo porque madre no hay más que una), sino para qué los quiere. Porque si es para el colegio de los niños, ropa o comida, se hace un esfuerzo, pero si es para fumar y beber, ¡ni hablar! A eso se llama condiciones cualitativas en el uso del dinero. A eso se llama rescate, le guste más o le guste menos. La familia le ha sacado las castañas del fuego y ahora usted debe comportarse con responsabilidad en el uso de ese dinero. Y no se olvide que siempre habrá algún familiar que dirá “ya sabía yo que no podía vivir como lo estaba haciendo”. Y usted tendrá que agachar la cabeza y creérselo. También puedes acudir al prestamista mafioso, pero ése te parte las piernas si no pagas. Canarias, igual que otras comunidades autónomas, ha solicitado un préstamo a 10 años al 5% de interés, aproximadamente, con dos años de carencia por algo más de 750 millones de euros al Estado. Éste lo presta en condiciones cuantitativas más ventajosas que el sector privado. Pero habrá condiciones cualitativas, como las habrá para el conjunto de España cuando solicite su línea financiera a la Unión Europea. Y lo hará. Pero surgen varios problemas.

El primero, que intentando controlar el déficit, hemos agravado nuestra deuda, lo que pone a las claras que lo has hecho mal porque te has pasado en intensidad y en objetivos. Y el segundo, el control del déficit y el pago de la deuda se lo has trasladado a tus administrados en forma de menores y peores servicios, mientras que al manirroto despilfarrador no le pasa nada. La verdad es que, como dice cada vez más a menudo mi madre, hay personas que se merecen que les cojan las narices. Yo, por si acaso, no le pido dinero.

*Director del gabinete técnico de CC.OO. en Canarias