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Desafío político – Por Luis Alemany

El reto que Paulino Primero le ha lanzado a Mariano Rajoy, exigiéndole una revisión presupuestaria con respecto a Canarias, pudiera tener múltiples lecturas, pero cualquiera de ellas desembocaría -¿desembocará?- en el obligado fracaso de tal planteamiento (¿pudiérase decir plante?), desde una doble perspectiva: en primer lugar, porque ninguna autonomía tiene fuerza suficiente para enmendar las decisiones del poder metropolitano; y en segundo lugar (lo que resulta mucho más importante y alarmante) que de donde no hay no se puede sacar, de tal manera que esta angustiosa demanda económica canaria se encuentra a caballo entre lo lúgubre, lo grotesco y lo surrealista, porque no queda más remedio que reconocer que mendigar a un mendigo -como ocurre en esta caso- tiene muy pocas posibilidades de éxito, aun en el caso (que no es precisamente -ni muchísimo menos- el que aquí nos ocupa) de que el mendigo solicitado por el mendigo solicitante tuviera la intención de atenderlo.

Piensa uno que (a partir de la previsible respuesta negativa a su acuciante solicitud) decida Paulino Primero -en consecuencia- capitalizar a su través todos los males del Archipiélago inhibiéndose de la posibilidad de solucionarlos, en función de los limitativos recortes económicos madrileños, desde una perspectiva subsidiaria, que ya ha amenazado (de manera presumiblemente exagerada) el anticonstitucional despido de 10.000 funcionarios, que a la hora de la verdad ya está previsto que se quede en la mitad -¡o sólo en un tercio!-, ofreciendo, a través del generoso regalo de tal rebaja, un paradójico éxito político de un gobierno insolidariamente decrépito y dejado de la divina mano de Rajoy, quien -a su vez- carece de otras manos en las alturas a las cuales asirse.

Se dice que una victoria pírrica es aquélla en la que no se obtiene ningún beneficio, y uno no puede por menos de plantearse -de manera paralela- que esta inevitable derrota política de Paulino Primero frente a Mariano Rajoy, echándole este débil, simbólico e inútil pulso, pudiera no ser una derrota pírrica, porque -a su través- tal vez recuperara una cierta parte de la consolidación política que se le ha ido deteriorando desde que asumió el poder, algo así como medrar desde el victimismo: no hay mal que por bien no venga.