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“Echar a los pescadores del varadero natural es injusto”

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Pedro Curbelo, uno de los pescadores afectados, junto a las chalanas que ayer continuaban en El Pozo. | DA

VICENTE PÉREZ | Candelaria

“Aquí varaba su barca mi tatarabuelo, y mi abuelo, y mi padre, y la mía lleva ahí 60 años; echarnos es ir contra nuestra historia marinera; si hay basura la traen otros usuarios de la caleta, pero no nosotros”. Quien habla es un antiguo pescador de 77 años, propietarios de una de las 23 pequeñas embarcaciones a las que el Ayuntamiento de Candelaria, tras recibir un escrito de denuncia vecinal, ha dado un ultimátum hasta el viernes para que las retiren de la playa de El Pozo alegando que algunas estaban abandonadas, 15 eran de uso recreativo y la zona se ha convertido en foco de suciedad.

Aunque ayer ya se habían retirado, de forma voluntaria, en torno a la mitad de las barcas, un grupo de afectados tenía previsto entregar 300 firmas en el Ayuntamiento y en la Dirección General de Costas contra este desalojo ordenado mediante un bando dictado por el alcalde.

“Nadie se reunió con nosotros antes de tomar esta medida, yo me enteré por el aviso que pegó el Ayuntamiento en las chalanas; está bien que se limpie la basura que dejan otras personas, que no nosotros, y que quiten las barcas abandonadas, pero no pueden pagar justos por pe-cadores”, manifestó Pedro Curbelo, pescador profesional, de 39 años, y que aparca su chalana en esta caleta para ir y venir al barco en que sale a faenar todos los días.

Curbelo y otros marineros sostienen que quienes se quejaron en un escrito sobre la suciedad en la zona sólo pedían adecentar el lugar, pero no eliminar las barcas en uso, porque además se trata del varadero tradicional. “La zona está sucia porque el Ayuntamiento no la limpia casi nunca, no porque la suciemos nosotros”, afirman.

“Es el último sitio que nos queda en la costa, ya no tenemos otro lugar donde varar”, explica Curbelo que, junto a otros propietarios afectados, recuerdan que el varadero artificial construido en el muelle pesquero “está mal hecho, tiene demasiado desnivel, y muchos no quieren utilizarlo porque es inseguro, incluso se han producido caídas”. Asimismo, estos marineros evocan que “El Pozo era una de las dos caletas en que se dividía la zona antaño, donde se protegían las barcas; nunca ha sido una playa, era mar abierto y solo se bañaban los del pueblo; pero al construir el refugio pesquero se amansó el agua y se permitió el baño”.

Ayer aún quedaba al menos la mitad de las embarcaciones, algunas con claros signos de abandono, y la mayoría con el aviso y la copia del bando del alcalde pegado en su costado.
La edil de Medio Ambiente, Cecilia Otazo, aclaró ayer en una nota que estos barcos “ocupan un espacio público y el Ayuntamiento tiene la obligación de recuperarlo para todos, al ser además la zona un foco de suciedad y basura, con los problemas sanitarios asociados”. Añadió que a los afectados se les ofrece llevarlas a la explanada de varada, previa autorización.