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Enseñanzas tras cinco años de crisis – Por Jesús Sánchez Quiñones

Ya han transcurrido cinco años desde el comienzo de la crisis y desde que las bolsas alcanzaron los máximos en noviembre del años 2007, tiempo suficiente para obtener conclusiones y enseñanzas del análisis de lo acontecido en este periodo.

-La actual crisis es una crisis de deuda. Como la historia nos enseña, “a las crisis de deuda le siguen periodos de bajo crecimiento con elevadas tasas de paro. La duración de la digestión depende de la actuación de los gobiernos” (Reinhart y Kenneth, This time is different). Sería iluso esperar una salida rápida de la crisis. Llevará años volver al nivel previo a la crisis.

-Una crisis de deuda privada no se soluciona incrementando el endeudamiento del sector público. Abrir zanjas para volver a cerrarlas con dinero público sólo sirve para ocultar el problema durante unos meses, pero empeora la situación de las cuentas públicas sin ningún resultado duradero. Un problema de deuda no se soluciona con más deuda. El desapalancamiento es doloroso pero se hace inevitable.

-Tras cinco años de crisis no todos los países se encuentran en la misma situación. El principal foco de la crisis está en Europa, y dentro de Europa, en aquellos países, como España, con gran dependencia de la inversión extranjera.

-El futuro previsible de Europa para la próxima década es el de un área geográfica con población envejecida, en proceso de desendeudamiento, con problemas en sus cuentas públicas y con escasa capacidad de crecimiento. Alemania, que hasta ahora había sido la excepción al bajo crecimiento de Europa, empieza a presentar síntomas de cierto contagio.

-Por el contrario, los países emergentes (como son Brasil, Rusia, India, China y sudeste asiático, entre otros en la actualidad) presentan tasas de crecimiento elevadas, una pirámide de población joven y unas saneadas cuentas públicas.

-Como han puesto de manifiesto las crisis de deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal, los recursos públicos de los Estados no son ilimitados. Ninguna familia, ninguna empresa, ni ningún Estado puede gastar de forma permanente más de lo que ingresa. Las deudas hay que devolverlas, también las de los Estados.

-Cuando un país mantiene de forma recurrente déficit elevados y depende del ahorro externo para financiar su economía, como es el caso de España, el poder de los inversores extranjeros es considerable y creciente. En caso de perder su confianza, el país en cuestión no podría hacer frente a sus vencimientos y se vería en la necesidad de solicitar ayuda a organismos internacionales (FMI, ESM), o a suspender pagos.

-La influencia de los inversores es tal que, sólo cuando los mercados han amagado con dejar de comprar bonos a tipos sostenibles, los gobiernos europeos han adoptado medidas drásticas.

-Afortunadamente, los temores existentes antes del verano sobre una eventual ruptura del euro se han mitigado enormemente, sobre todo después del cambio de actitud del BCE, manifestada a través de su presidente, que llegó a mencionar que “haría todo lo necesario para garantizar la supervivencia del euro, believe, it will be enough”.

-Los países miembros del euro sólo tienen dos caminos: o mayor integración, o ruptura. A Dios gracias, el camino elegido ha sido el primero.

No obstante, la falta de concreción de los plazos para avanzar en la Unión Bancaria Europea y las disparidad de criterios entre los distintos socios del euro permiten augurar nuevos episodios de turbulencias en el transcurso de los próximos trimestres.

*DIRECTOR GENERAL DE RENTA 4 BANCO