la última (columna) - Jorge Bethencourt

El fondo del saco – Jorge Bethencourt

Cada cierto tiempo vuelven las oscuras golondrinas a colgar sus nidos de cifras del balcón de la angustia de Canarias. Estamos 12 puntos por encima de la media nacional en pobreza y uno de cada tres canarios ha penetrado en ese tenebroso mundo del miedo a no comer. Nos mesamos los cabellos, nos rasgamos las vestiduras, nos echamos paletadas de ceniza sintáctica sobre las cabezas y a otra cosa mariposa.

Es una noticia escandalosa que la economía de las Islas Canarias ha fracasado. Hace al menos dos décadas que comenzó a perder aceite por la junta de la culata de decisiones equivocadas. Cualquiera que atisbe un país donde una tercera parte de su población activa está en paro, donde los jóvenes no encuentran empleo, donde la actividad económica se desploma, donde la Hacienda pública está al borde de la quiebra percibirá los síntomas de un hundimiento que no necesita adjetivos.

Situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales. En otro mundo, probablemente racional, se habrían disparado todas las alarmas hace tiempo. Se habría abierto un debate para cambiar las reglas del juego, para probar otras alternativas de desarrollo. Aquí seguimos aferrados al salvavidas de las ayudas exteriores porque nuestra cultura de subsistencia no se basa en la explotación de nuestras capacidades y recursos, sino en nuestro talento para vender minusvalías geográficas.

Nuestro principal sector económico, la venta de servicios turísticos, sigue funcionando. El problema es que hemos vivido dándole la espalda. No hemos desarrollado un comercio orientado a esos 12 millones de visitantes, de bajos impuestos y precios favorables. No hemos creado un territorio de exenciones fiscales para atraer capitales internacionales. No hemos desarrollado una agricultura competitiva para el mercado interior y las exportaciones. No hemos hecho nada más que pedir y pedir, convirtiéndonos en uno más de los territorios menesterosos de la Unión Europea que visita cotidianamente los fondos de asistencia social del club de los mercaderes.

Hemos llegado a la última frontera. El empleo público está amenazado. La burocracia canaria, que ha parasitado este floreciente vertedero de subvenciones y ayudas, ya no tiene suficiente oxígeno financiero. Y es ahora cuando tiemblan los cimientos y se descubre que gobernar es morir un poco. Reinventar Canarias ha pasado de ser una conveniencia empírica a transformarse en una condición de supervivencia. Esto ya no se mantiene. Ni las sedes duplicadas. Ni el bosque normativo ineficiente y prolijo. Ni los gastos estructurales.

Dijeron que Canarias iba a salir antes de la crisis económica y, maldita sea, tenían razón. Vamos a salir de los primeros. Pero por la parte de abajo. Vamos a romper el fondo del saco de la pobreza para descender al último círculo de los infiernos: el de los necios.

@JLBethencourt