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Independencia para todos – Por Luis Alemany

La vigente Constitución española de las autonomías se tambalea ante el acoso de Artur Mas a Rajoy, reivindicando la independencia de Catalunya, porque su improbable concesión supondría un precedente imparable que arrastraría de inmediato la solicitud de la independencia de otras 15 comunidades autónomas de muy desiguales peculiaridades idiosincráticas, culturales y económicas, todo lo cual no queda más remedio que reconocer que Catalunya tiene sobradamente resuelto, no así otras varias autonomías: sin salir de este Archipiélago asusta pensar con quién, cómo y -sobre todo- de qué podría sobrevivir este nuevo país insular.
Este chantaje independentista de Artur Mas a Rajoy (aprovechando -muy astutamente- su situación de extrema debilidad política) es algo más -mucho más: piensa uno- que reivindicar el Estatuto catalán arrinconado desde la II República: es una agresión desestabilizadora a la reivindicada unidad nacional, que incita a la apertura de 15 puertas autonómicas para la deserción española (¿por qué este sí y yo no?), hasta dejar al país reducido al modesto corral de cabras madrileño que Felipe II se inventó -por Real Decreto- en 1570, y creando -en consecuencia- un grave problema comunitario de muy difícil resolución; porque -piensa uno- incorporar 16 países nuevos a la Comunidad Europea resultaría enormemente complicado, y de muy difícil aceptación por sus altas esferas administrativas.

Posiblemente todo habría resultado bastante más cómodo si la Constitución Española -en su momento- hubiera establecido una estructura política federal, que hubiera dignificado la condición de unas ambiguas autonomías, que nadie ha sabido nunca demasiado bien en qué consisten, cómo funcionan y para qué sirven; aunque tal vez ahora sea ya demasiado tarde para recuperar el sistema federal, porque las exigencias que se presentan apremiantemente (como esta acuciante de del presidente Artur Mas) pretenden ir mucho más lejos de tal esquema, desde una situación de emergencia que resulta imprescindible resolver, ya veremos cómo; porque no queda más remedio que reconocer que (le guste Mas o le guste menos) Rajoy está obligado a arar con estos bueyes independentistas catalanes, y -tal vez- con otros muchos que le puedan llegar de diversos lugares del país.