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Italia y España: semejanzas y diferencias – Por Fernando Fernández

Ambas son las dos naciones europeas con mayores lazos en común. Lazos de todo tipo, históricos, culturales e incluso raciales. Italianos y españoles somos muy parecidos en nuestros patrones de conducta y en nuestros comportamientos más habituales, aunque también tenemos algunas diferencias de carácter sustancial.

No es raro que los americanos, los del norte, nos confundan. Con frecuencia, el viajero que se sienta a nuestro lado durante un vuelo, o el que nos acompaña en el ascensor mientras subimos al piso 102 del Empire State neoyorquino, pronto nos preguntará si somos italianos. Cuando he dicho que soy español, alguno entendió que era un hispano de Puerto Rico y cuando explique que España está a este lado del Atlántico, de inmediato me relacionó con Marruecos. Tal error no ocurriría nunca con un italiano, al que lo más que se atreverían a preguntar es si vive en el Bronx o en Chicago.

Volviendo a nuestras comunes identidades con los italianos, ambos tenemos una semejante idea del vivir, disfrutamos de la buena mesa, el fútbol nos apasiona y la fiesta es una de las palabras del castellano que los italianos han hecho suya.
Seguramente por nuestra climatología, hacemos vida en nuestra calles y plazas y si aquí encontramos una tasca o un bar en cada esquina, en Italia ocurre otro tanto con las pizzerías o trattorias.

En lo personal tenemos una diferencia fundamental. Cuando Fernando Díaz-Plaja escribió sobre “los pecados capitales de los españoles”, señaló a la envidia como el mas acusado de ellos. No diré que en Italia no hay envidiosos, pero ese no es una característica de sus rasgos más comunes. Al contrario, admiran y encumbran al triunfador y Berlusconi podría ser un ejemplo de ello. No hablo del ultimo Berlusconi, degradante y degradado, sino del hombre de origen humilde, hecho a si mismo y capaz de construir un imperio. Solo conociendo a los italianos se pueden entender el éxito, incluso político, de Berlusconi en Italia.

Hace un par de semanas he estado unos días en Roma y en otras ciudades italianas y la lectura de la prensa me hizo reflexionar sobre lo que ahora escribo. Durante el vuelo de ida, la lectura de la prensa informaba de una España en llamas. La Vanguardia, hasta ahora casi siempre tan equilibrada, dedicaba 8 páginas a la crisis, a Escocia y a la cuestión catalana y su corresponsal en Roma dedicó una de ellas a glosar el anuncio hecho por Mario Monti el día anterior sobre la recentralización de las administraciones. Ese mismo día, la prensa italiana se hacía eco de unas declaraciones del presidente de la República, Giorgio Napolitano, sobre algunos escándalos de corrupción; e informaba extensamente de lo anunciado por el Primer Ministro Monti sobre reformas fiscales y presupuestarias. Solo pude encontrar en el Corriere della sera una escueta y neutral información sobre la recentralización de determinadas competencias, hasta ahora transferidas a las regiones. Ni siquiera pude leer alguna protesta de la separatista Liga Norte, aparentemente enredada en las imputaciones por corrupción de uno de sus dirigentes mas cualificados en Lombardía.

Ignoro si Rajoy ha hecho propia algunas de las virtudes de Il Profesore, pero ahora que sus relaciones con Monti, y con Holland, parecen bien encarriladas, no estaría mal que adoptara algunas de esas sabias actitudes al uso en la política italiana. Al fin y al cabo, Monti es un italiano del norte, capaz de compaginar la ortodoxia de sus criterios con la finezza siempre necesaria, pero ahora mas que nunca imprescindible en España.