esto no se cobra - Cristina García Maffiotte

Marca España – Cristina García Maffiotte

El Gobierno quiere vender la marca España. Quizás (por ser optimista) sea la única acción que implica, aunque sea de refilón, algún tipo de impulso y respaldo a las empresas españolas. Vamos, que como aquí no hay dios que consuma a ver si logramos que los de fuera nos compren algo “por el amor de dios, que estoy que lo regalo, que me lo quitan de las manos, oiga”.

Dentro de esa campaña de marketing global, esta semana hemos sacado de paseo al rey y lo hemos mandado a la India para que, rodeado de lo más granado y selecto del empresariado español, ese que en los últimos dos años ha apostado por los ERE masivos y ha hecho acto de fe con los contratos de 15 días, haga valer y le dé valor a lo español fuera de nuestras fronteras. Mejor nos iría (es solo una idea) si esos mismos empresarios contrataran y tributaran en España en vez de recorrerse el mundo vendiendo las excelencias de sus productos. Como mejor nos iría si en vez de presentar a deportistas españoles como ejemplo de lo que es este país (como si detrás de cada mostrador, fábrica o plantación agrícola hubiera un Nadal decidido a superarse día a día) diéramos a conocer al mundo nuestra realidad. Salir al mundo y contar la verdad, sin complejos.

Y nuestra verdad es que nuestra producción industrial y agrícola está, en buena medida, subvencionada y por eso se mantiene a flote a pesar de ser, como es, incapaz de competir en el libre mercado. O que nuestro valor país en el campo de la investigación y desarrollo cae año a año en picado. Sobre el nivel de formación del español medio no hay que decir mucho. Basta con poner un vídeo de una presentadora de televisión nacional (pública) colocando el alma en los riñones.

Yo creo que lo mejor es ir con la verdad por delante. Que sabemos hacer un buen jamón; que tenemos un buen aceite de oliva; que en este país no se sabe conjugar el verbo dimitir así te pegues un ostión en unas elecciones o te trinquen con la mano en la lata del gofio; que entre ponernos a trabajar y montar una bronca con los de al lado optamos por lo segundo porque el guerracivilismo lo llevamos en el ADN; que protestamos por todo pero cuando hay que votar preferimos irnos a la playa; y que mentimos por norma y ahí están las audiencias de La 2 para demostrar que, pese a lo que aseguramos todos, nadie sigue las andanzas del pingüino emperador.

Aunque, pensándolo bien, mandar al rey a la India a decir, sin que se le caiga la cara de vergüenza, “que España ha mejorado su productividad y su competitividad”, es una forma sutil de vendernos como el país de mentirosos y canchanchanes que somos. ¿O no?