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La oportunidad de Venezuela – Por David Sanz

Venezuela columbra un cambio histórico. En el peor de los escenarios, que volviera a ganar Chávez, esta vez sería por un resultado tan ajustado, según marcan las encuestas, que representaría una derrota para el penúltimo mesías de América del Sur, harta de tanto iluminado. El candidato de la oposición, Henrique Capriles, ha demostrado que puede afrontar el mayor reto que necesita un país como Venezuela: la reconciliación. No sólo porque ha aglutinado en su figura el amplio espectro ideológico de la oposición, sino por la ejemplar campaña que está haciendo frente a quien ha puesto todo su esfuerzo en seguir dividiendo a la sociedad, con un lenguaje ofensivo y maniqueo, encaramado al aparato del Estado. Capriles no ha entrado al trapo en su campaña, que le ha llevado a recorrer, palmo a palmo, ese gran país que es Venezuela. La batería de insultos con que Chávez califica a su rival es larga, pero ninguno de tanta vileza como vincularlo a la esfera nazi. Sus antepasados judíos sufrieron el horror de los campos de exterminio de Hitler. En el colmo del cinismo de esta campaña difamatoria, han empleado a la vez argumentos antisemitas desde los círculos chavistas. Todo vale para seguir chapoteando en la ciénaga del poder, hasta insinuar que el candidato opositor es homosexual. Frente a esta manera zafia de hacer política, Capriles no ha usado, por ejemplo, la enfermedad del presidente para contrarrestar esta burda campaña. Un programa político, con objetivos claros y compromisos directos para el país, reforzando lo bueno -como las llamadas misiones, que llevan la sanidad a los núcleos rurales- y poniendo remedio a aquellos grandes males que azotan a la sociedad venezolana como la inseguridad, han sido el contenido político de su discurso. Por el contrario, la amenaza con el retorno del fantasma de la burguesía al poder ha sido el único argumento político contra Capriles, sin matices, que tan necesarios son en democracia. Su gestión en Miranda desmonta la crítica de que representa los intereses de la clase adinerada. Si los venezolanos quieren, el majunche, otro de los insultos con que Chávez adorna a su rival, puede protagonizar el inicio del cambio que tanto necesita el país de tantos canarios.