El kilo de periodista se ha puesto muy barato”. Así, como el ganado, los antes informadores -ahora, al parecer, mulos para las cuentas de resultados- están siendo valorados en este desmemoriado mundo. Desde hace días los expedientes de regulación de empleo que afectan a los tótem, caso de El País, El Mundo o RTVE, son el pequeño trending topic de los muros de Facebook o el Twitter de los que nos dedicamos a esto. Lo triste es que a casi nadie más parece importarle. Esta sociedad está tan sumida en sus propios desasosiegos y batallas que el drama de los periodistas no interesa al 95% de los españoles. Y en esa deriva de indiferencia es lógico que quien manda -si es que hay alguien que manda- no se tome muy a pecho las caceroladas o las furibundas defensas de la labor periodística de unos y de otros. Está claro que en todos los sectores la crisis y los recortes están generando despidos masivos, reducción de salarios y cierre de empresas, pero en el caso de los medios de comunicación la sangría empieza a ser preocupante. Lo malo, más allá de los dramas personales y el futuro incierto para miles de profesionales, es que si el periodismo ya estaba visto con cierto recelo vamos camino del desastre porque, digan lo que digan agoreros y gurús de turno, el periodismo depende de los buenos periodistas y la falta de pluralidad es el primer paso para la desinformación. Hoy me comentaban que el futuro de la televisión es que el telespectador, a través de internet, elija a la carta la programación. Lo malo es que mi interlocutor y yo dimos por sentado que los informativos no serán parte de la elección de la inmensa mayoría de esos televidentes. Y bajando…

@DavidSantos74