retiro lo escrito>

Profesor Mamado> Por Alfonso González Jerez

No son las ocho de la mañana pero ya está en la plaza Weyler, con rostro oscuro e impenetrable, repartiendo hojitas volanderas de varios colores: “Sanación. Videncia. Cartomancia. Mal de ojo. Curo todos tus males. Profesor Mamado”. Profesor Mamado. He aquí una expresión de sinceridad que sería difícil de encontrar en un docente canario. Al observar la hojita con más detenimiento, sin embargo, detecto que un mal corte del papel le ha suprimido las dos letras finales del nombre. Pero ni siquiera eso puede desgastar mi admiración. Un hombre, en medio de una plaza de una pequeña ciudad acucarachada, cuando restan apenas unos segundos para que suenen las trompetas del Apocalipsis, se ofrece para curar todos los males físicos, espirituales y afectivos. Y la gente le agradece el gesto con una ligera inclinación de cabeza y se lleva la hojita y todo. ¿Y qué no? Si vivimos gozosamente rodeados de espiritistas, adivinadores, astrólogos y curanderos. Lo pueden comprobar ustedes en los anuncios de los periódicos -donde, contra lo que ocurría antes, es mayor el contacto con la realidad social que en las informaciones- en los programas de madrugada de las televisiones, en ciclos de conferencias y debates que a veces son acogidos por instituciones o administraciones públicas.

El escándalo por la supervivencia de tan rancias y pestilentes supersticiones, apenas adaptadas a los nuevos formatos publicitarios, no debería sorprendernos demasiado. Recientemente la Audiencia de Barcelona condenó a 200.000 euros a un sujeto que ofreció sus servicios a una ciudadana hundida en una depresión nerviosa con sintomatología psicótica. Primero le levantó una cantidad no determinada en dinero en efectivo y joyas. Como la víctima no percibía ninguna mejora, el curandero intensificó su tratamiento a cambio de otras 200.000 púas. Como la señora protestó desde su lecho de dolor, le exigió más pasta o, indefectiblemente, moriría alguien muy próximo a ella. No sé a ustedes, pero a mi la metodología de este canallita me recuerda extraordinariamente a la praxis del Gobierno para superar la crisis interminable que nos tiene postrados de aquí a la eternidad. Dame pasta, y después pasta, y después más pasta a través de impuestos o de la supresión de servicios públicos, y te advierto que tu negativa solo empeorará las cosas, maldito descreído, y alguien muy cercano a ti morirá próximamente. Los papelitos se distribuyen, en este caso, en el BOE o desde el Ministerio de Hacienda.