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Pronósticos de ministro> Por Francisco Pomares

El ministro Soria aprovechó la presentación de una ponencia en el Fórum SER Canarias, celebrado ayer en Las Palmas, para ofrecer un mensaje esforzado y voluntarista sobre la capacidad y potencia de la economía española para hacer frente a las actuales dificultades y superar la crisis. Durante algo más de media hora, interpretó con desenvoltura de profesor Larousse y solvencia técnica el poco lucido rol de ministro del Gobierno. Pero no lo chistó nadie: a fin de cuentas hablaba el hombre ante un auditorio empresarial básicamente entregado. Unos años atrás, su muy currada ponencia sobre la situación económica del país habría sido apenas cortésmente aplaudida por el público y se le hubiera prestado mucha o poca atención.

Pero ahora ha cambiado todo. Ahora la mayoría de los reunidos acudieron con los niveles de exigencia bien definidos: esperaban encontrar algo de luz ministerial al final del túnel de la crisis, indicios de que esta situación no va a seguir durante otros cinco años más, como pronostican ya tantos economistas. Esperaban que el ministro dijera que estamos en el penúltimo año de crisis. Y Soria se lo puso fácil, proyectando una radiografía metafísica y singularmente optimista de la situación del país, sus cuentas y sus grandes cifras, sin hacer la menor referencia al desastre social que acompaña las primeras tímidas expectativas de mejora del crecimiento.

El ministro insistió en la necesidad de aplicar todo el rigor del mundo al cumplimiento del marco de disciplina presupuestaria. No hay de qué preocuparse por eso: el marco está perfectamente encolado, y no hay persona que lo mueva de la pared. El problema es lo que las políticas que se aplican están pintando sobre el lienzo que encuadra ese marco: una patética escena de deterioro imparable de la confianza en el sistema que nos gobierna y de creciente ruina y miseria social. Pero de eso no habló Soria lo más mínimo en su ponencia. La verdad es que no tocaba. Lo que tocaba ayer era decirle a los empresarios convocados que en poco tiempo volverá a haber espacio para hacer negocio. Ése era el mensaje, en el lenguaje de cifras, gráficos y sonrisas que se gasta en política. El ministro cree que eso es lo que va a ocurrir, que volverá el negocio, y detrás de él se irá resolviendo el empleo, la recaudación, el consumo y hasta la inversión pública. No tengo muy claro si de verdad consiguió que todo su auditorio lo creyera. Pero lo aplaudieron a rabiar. A todos nos gusta que los cuentos tengan final feliz.