GABRIELA GULESSERIAN | Santa Úrsula
El 24 de agosto de 2009 es una fecha que María José Abalde tiene marcada en su cabeza. Ese día comenzó a gestar un proyecto que recién, tres años después, ha logrado hacer realidad: abrir un centro de día para personas mayores en su municipio, que se suma al que ya existe en el barrio de La Corujera pero que depende del Instituto de Atención Social y Sociosanitaria (IASS).
Ubicado en el casco de Santa Úrsula, en el número 33 de la Calle España, Grandad’s pretende que los usuarios “se sientan como en su casa”. Abre sus puertas de 7.00 a 19.00 horas y durante ese tiempo hacen ejercicio, tienen juegos de mesa que “le reactivan la mente” o, simplemente, descansan y miran televisión. También, para aquellos que necesiten comer en el centro, cuenta con servicio de catering.
Aunque tenía claro que quería cuidar de las personas mayores, un trabajo que siempre le gustó porque además es auxiliar de geriatría, no le resulto fácil y varias veces estuvo tentada de tirar la toalla. Papeles que se se perdían, permisos que no llegaban… fueron muchos los obstáculos que tuvo que sortear. El primero de ellos, la tardanza para conseguir que le aprobaran el proyecto. “Lo presenté en el Ayuntamiento y cada mes, cuando iba a ver si lo habían visto, la respuesta era siempre la misma: ‘no hemos podido”. Así, pasaron nueve meses y, harta del “silencio administrativo”, se animó y fue a hablar con el entonces Diputado del Común, Manuel Alcaide. “Fue un lunes y al día siguiente el proyecto estaba en el Cabildo”, recuerda.
Finalmente, María José le ganó el pulso a la burocracia. A partir de ahí, desde el Consistorio le facilitaron las cosas. Incluso, fue un curso municipal que se organizó a través de la Fundación Insular para la Formación, el Empleo y el Desarrollo Empresaria (Fifede) el que le encendió la chispita y la animó a emprender este reto como empresaria.
De momento está ella sola pero no descarta, más adelante, y si las cosas van como espera, contratar a más personas. Sabe que el camino no es fácil, sobre todo en una época de crisis como la actual. Aún así, sabe los riesgos y está dispuesta a hacerles frente.
Sin subvenciones ni ayudas pero con el apoyo incondicional de sus familiares, adaptó el local de manera confortable para que los ancianos se sintieran bien acogidos. Un objetivo que, al parecer, se está cumpliendo ya que María Luisa Martín Pacheco, una de las dos primeras usuarias, fue el miércoles a las 11.30 horas y ayer a las 10.00 ya estaba en el centro. “Estoy muy cómoda”, confesó sonriente.