a toda máquina>

Punto de cocción> Por Román Delgado

Hay muchos políticos, de todos los niveles, pelajes y colores (y hasta esos más graciosos que se autodenominan independientes), que aún no tienen claro que para ser representantes públicos, al menos de los de verdad, antes o durante (siempre a la mayor brevedad posible) deben conocer, y a la perfección, el oficio de cocinero. Si no es así, a uno siempre se le termina pasando el arroz, y ocurre hasta con el de la marca Brillante, el mismo que enuncia que nunca se pasa. En materia de guisos, zancochos y otros caldos, con o sin arroz en su interior, el que más mete la pata; o sea, el que no pilla cuál debe ser el punto de cocción de cada cosa, de cada mejunje, es, sin lugar a dudas, y creo que en esto hay acuerdo, el excelentísimo señor don José Ignacio Wert, que, si hasta este momento no lo han desposeído de algo, sigue siendo el ministro de Educación y Cultura; sí, de Educación, el mismo sector que lleva todos estos meses en pie de guerra, y de Cultura, el mismo sector que también está un día tras otro en la barricada.

A Wert ayer alguien lo llamó “ministro pedante de extrema derecha”, así, sin más añadidos y con todas las palabras. A Wert no le ha salido en todo este tiempo, y algún momento ya ha tenido para guisar algunas exquisiteces, ni un arroz blanco decente (el más sencillito), ni una paella valenciana, ni un arroz a la cubana, ni nada de nada. Wert es un político que llega a la política sin saber de cocina, ni antes ni durante, y esto siempre se paga: con el arroz que se pasa de cocción, con el accidente en los fogones, con quedar mal ante los comensales, con asustar al jefe de cocina… Wert, que no sabe cocinar pero sí meter la pata en la sartén con aceite hirviendo, tiene los días contados. Cuando el arroz está muy malo, se tira a los perros, y es el abuelo el que manda a que se pongan las papas al fuego.
@gromandelgadog